Capítulo 40

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Luz

El rubio se acerca con cautela a Sebas. La expresión de desolación en su rostro es suficiente, no necesita decir nada. La tensión aumenta, al igual que sus pensamientos, Érebo está convertido en oscuridad.

— ¿Qué pasó, chica? ¿Tu supuesto amigo te traicionó?

—Maldita sea, tú no te metas —exclama Alex, con la mandíbula apretada.

—No le hables así... —advierte Sebas, con terror.

—Aw, pequeño Sebas, sabes que no me preocupa en lo más mínimo —dice Rosé, restándole importancia—. Pero también sabes que prefiero el terror antes que el odio.

Ella permite que Sebas se acerque a los otros, y juntos retroceden hasta donde está Fede. Deben permanecer juntos, lo que a Rosé le resulta mucho más beneficioso porque sabe que Alex es el punto débil de Sebastián y aprovecharse de eso es hasta divertido. Aunque a Alex le alivia que se hayan reunido, también le duele ver que todo el tiempo le estuvo ocultando algo.

Rosé lo mira todo con diversión, maquinando de qué otra manera torturarlos psicológicamente. La noche aún es joven.

Fede se había rezagado, y observa ese momento con un extraño sentimiento, ¿cuántas veces habrán pasado por situaciones así? ¿Cuántas veces aquella mujer demoníaca les había hecho daño? Había pensado incluso en hacer una toma de rehenes con la bruja pero a Rosé parecía no importarle en lo más mínimo. Aunque no iba a permitir que la recuperara después de lo que costó avanzar.

Pero sin que pudieran preverlo, el edificio empieza a temblar. Rosé cae en la cuenta de lo que sucede y la habitación se tiñe de rojo, llora sangre, y exclama con esa voz distorsionada y rota.

— ¿D e q u é c o l o r s o n l o s e n i g m a s?

Alex recuerda de repente el sueño de la otra noche, cuando Rosé lo poseyó para llevarlo hasta el edificio prohibido, esa era la pregunta que había olvidado. Es tan absurda que probablemente no tenga una respuesta correcta, y viéndolo así parece una especie de trampa. Fede capta el cambio en su expresión y va a preguntar por qué, pero llama la atención de ambos y les hace una seña para que no digan ni una palabra. Cubre la boca de Blair para que tampoco vaya a decir nada.

Una mariposa de luz revolotea frente a Rosé, como si esperara algo. Luego de un rato, simplemente se desvanece, y ellos huyen hacia la puerta más cercana aprovechando la confusión interrumpiendo el grito lastimero de derrota de Rosé.

Ya en un salón vacío, se aseguran que no haya ninguna mariposa cerca. Sueltan un suspiro, Fede recupera el aliento porque se tuvo que llevar cargando a Blair.

— ¿Qué mierda fue eso? —cuestiona, con expresión de incredulidad.

—Debe ser el enigma mariposa —comenta Sebas, que recordaba haber leído algo en el cuaderno de Josué.

—Si hablas y te... ¿tragas? Esa mariposa, valiste madre. Como ella —completa Alex, apuntando a la bruja que Fede dejó acostada sobre la mesa.

Alex aún no puede dirigirle una mirada a Sebas. Se siente dolido, y no sabe qué puede pasar ahora ni cómo saldrán de esa.

—Hay que usar una runa de luz para acabar con Érebo. No tenemos tiempo, es la única salida, y...

— ¡¿Y qué?! ¡¿Dejar que la maldición te consuma y te pudras aquí?! ¡¿Es ese tu magnífico plan?! —explota el rubio, sin poder soportarlo más.

—No hay otra manera de vencerlo. Hay que hacer un círculo de luz y no tenemos tiempo.

— ¿Y qué pasó con la paja que me contabas del escapulario y la magia de dios y esas mierdas? —se le parte la voz, y un par de lágrimas que no sabe si son de tristeza o frustración se le escapan.

El color de un enigmaWhere stories live. Discover now