Capítulo 17

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Poder de persuasión

Alex y Sebas tienen la urgencia de ponerse al día. La rutina de ambos ha cambiado drásticamente a inicios de ese nuevo trimestre, y pasaron un montón de cosas que fuera de contexto no iban a tener sentido.

— ¿Qué tu acosador te está ayudando con las tareas?

— ¿Qué tú estás roleando con una chama de tu salón?

Las tareas han bajado un poco la presión últimamente, el liceo se estaba preparando para uno de sus eventos escolares de cultura y deporte, los equipos necesitaban tiempo para entrenar, y los salones para hacer pancartas de apoyo. Así que aquella tarde era casi una necesidad que ambos hablaran y se pusieran al día de las miles de cosas que han pasado en tan poco tiempo.

— ¿Pero dime qué pasó entonces? ¿Ya me puedo asustar de tus habilidades de persuasión? —pregunta Sebas, que no entiende como pasaron de vivir como el perro y el gato a que el moreno le explicara matemáticas.

— ¿Qué? No... O bueno, ¿sí? —dice dubitativo y empieza a explicar—. Pues solo le dije que dejara las cosas como en el primer lapso, y eso hicimos, hasta que leyó uno de mis ejercicios del cuaderno de mates...

—Así de feo habrá sido el asunto.

—Ay, cállate —replica el rubio, ofendido—. Aunque cuando hablamos fue súper tenso, bro, eso parecía novela chimba. Y ahora incluso me explica física sin amenazarme con pegarme con el cuaderno (o bueno, solo a veces).

—Qué loco.

—Sí...

— ¿Pero te enseña así de a gratis? —cuestiona el castaño, sin creérselo.

—Claro que no, yo le explico inglés y castellano. Tiene un chingo de horrores ortográficos y una pronunciación que..., no jodas —dice tapándose los ojos espantado—. Pero supongo que es algo así como una mejora a como empezaron las cosas —concluye, dando un sorbo a su juguito.

—Pues sí, un poco.

El castaño se queda viendo la ventana, asimilando lo que su amigo acababa de contarle. Se le hace raro, pero al menos habían llegado a un acuerdo más o menos justo.

—Y ajá. ¿Cómo así que andas haciendo rol con la tal Micaela? —el rubio se pone en modo chisme y lo mira con interés.

—Bueno, solemos hablar de historias, ella siempre me muestra sus dibujos y así —Alex recuerda que eso se lo había dicho hace tiempo, cuando Sebas la conoció—. Entonces un día le dije que me hiciera un avatar así como... de mago, y eso. Luego me preguntó si roleaba, le dije que no, pero me preguntó si quería. No está mal, la verdad, escribe muy bien, y hace dibujos geniales de algunas escenas. Es interesante.

Alex se siente conmovido. Se le cristalizan un poco los ojos.

—Dios, qué feliz soy, basta —Sebas lo ve sin entender ni pío—. Me alegra un chingo que te consigas amigos tan geniales. Tienes que presentármelos, no hay de otra.

En el liceo al que iban antes, Sebas y él habían sido rechazados por sus compañeros. ¿La razón? Pues que los tacharon de raros, ya está. En ese momento, prácticamente solo se tenían el uno al otro, aunque al estar en salones separados cada quién tenía que aguantarse su propio infierno personal. Por eso, ver que las cosas son diferentes en ese nuevo liceo es un alivio para ambos; conseguir personas a las que no les importe sus personalidades particulares y con quien compartir sus gustos antes considerados extraños era como el cielo.

—Y entonces... ¿vas a entrar al equipo de fútbol al final? —Se atreve a preguntarle Sebas.

El rubio esboza una sonrisa un poco triste. Solo faltan un par de días para que cierren las inscripciones y no cree que vaya a arriesgarse. Seguro ya no quedan vacantes disponibles.

El color de un enigmaWhere stories live. Discover now