Capítulo 8

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Raros unidos, jamás serán vencidos

"Lo siento, fui al edificio prohibido sin ti."

Es el mensaje que recibe el día de Alex.

Federico lo ve, aún adormilado. Lo despertaron las miles de maldiciones y murmuraciones del catire mientras se alista a velocidad de rayo, a la vez que se cae y tropieza por el apuro.

Sale apresurado al comedor y se encuentra a su amigo ojeroso y a la defensiva. Sebas espera un regaño de su parte por haber hecho esa locura (como sus padres cada vez que hablaba demasiado de fantasía), o algo por el estilo. Tal vez se lo merece. Pero Alex lo sorprende.

—No te abrazo porque no te gusta, coño'e tu madre, pero habla claro, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño? ¿Qué viste? ¿Te traumaste? ¿Tuviste tu arco de evolución de personaje?

Sebas lo mira, un poco descolocado. Respira, muerde su sándwich bajo la expectante mirada de Alex mientras piensa lo que le dirá.

—O sea, si quieres decirme, ojo —aclara el rubio, un poco apenado—. Si no quieres hablar de eso ahora está bien. No pasa nada. Puedes decirme cuando estés listo. O sea, no quiere decir que no me interese. Solo que, calma, tómate tu tiempo.

—Al.

— ¿Sí?

—Gracias.

Ahora es el rubio el que se sorprende y sonríe, avergonzado.

—Ah, vaina.

Luego de desayunar, se sientan donde siempre, a esperar que se haga la hora de la clase. Entonces, Sebastián saca el enigmático cuaderno que fue el hallazgo de su exploración, y dice teatralmente:

—Esto es lo que encontré.

...

Las clases son aburridas. Al menos así lo siente Sebas, cuya atención se centra en tratar de entender qué está escrito en el cuaderno. Aunque no puede desconcentrarse tampoco de las materias, más con las actividades que tienen por delante.

A la vez, el tiempo va pasando a un extraño ritmo, de días largos y semanas cortas, y pronto tendrán que irse a casa a pasar el fin de año. Para él resulta indiferente, al menos las vacaciones le servirán para dedicar su tiempo a decodificar los extraños garabatos. Pero para Alex no es tan sencillo.

Una tarde de viernes, que se reúnen para ver anime después de que cada quien haya entregado uno de sus penúltimos trabajos, se quedan un rato en silencio pensando en todo después de terminar un par de capítulos.

Es un poco perturbador ver a Alex tan callado y pensativo.

—Te puedo invitar a pasar tiempo en mi casa y jugar videojuegos estas vacaciones —le ofrece Sebas, al notarlo tan cabizbajo.

Alex le sonríe, un poco esperanzado ante esa posibilidad. Sin embargo, el vacío en su pecho no amaina. El pavor de volver a casa lo ahoga. Es triste ver a un sol tan brillante apagándose de esa manera.

—Gracias, bro.

Alex sigue en silencio. Sebas no tiene más ideas de cómo animarlo, ni siquiera sabe cómo cambiar de tema o si dejar que él mismo se decida a hablar, así que lo imita. Por lo general es Alex el que siempre toma la delantera al conversar.

Su mirada cae al tobillo del rubio, donde lleva puesta siempre la pulsera que le había regalado hace un montón de tiempo. Recuerda todos los buenos momentos que habían pasado, y el apoyo que se daban en las buenas y las horrendas. Cuando Alex lo defendió de sus bullies, y cómo lo aceptaba tal cual y como era de raro.

Le tiene un aprecio de hermano, aunque sea hijo único y no sepa de eso. Y por más que a veces no lo entiende del todo, está dispuesto a apoyarlo siempre.

—Al, habla claro. ¿Estás bien? ¿Es parte de tu evolución de personaje? Pero está bien si no quieres hablar de eso ahora. Calma, tómate tu tiempo.

El rubio lo mira y se ríe al notar que estaba repitiendo sus palabras de aquel desayuno de hace semanas. Suelta una lágrima entre las risas, y se siente muy feliz de ver que, aunque algo torpe y robótico, lo estaba intentando.

—Nah, ya sabes, lo de siempre. Que voy a volver a casa, a escuchar como mi hermanita es mil veces mejor que yo por sí ser femenina, que me regañen por usar "ropa de hombre" y que vuelvan a usar ese horrible nombre conmigo, aun cuando ya les dije que no lo hagan—intenta sonreír, pero no logra hacer más que una mueca.

Sebas pone una mano en su hombro, y el simple gesto viniendo de él, significa mucho, y termina por romper a Alex.

—No te puedo mentir, Sebas. La verdad a veces no dejo de preguntarme si debí esperar un poco más antes de salir del clóset como trans, si debí ir con más cuidado, si había una mejor manera de hacerlo en vez de falsificar mis documentos para entrar aquí. ¿Qué pasa si me descubren y me encarcelan? —suelta atolondradamente las preguntas unas detrás de otras sin respirar, sintiendo el alivio de haberlas dejado salir.

Sebas tampoco puede mentir, él ha pensado un montón en esas probabilidades, pero ya habían llegado hasta allí, ya no había manera de volver, solo procurar mantener todo bajo control.

—Solo nos queda evitar que no pase. Yo te cubro, Al.

—Tú solo quieres hacer que yo llore, no puede ser —reclama el rubio soltando una risa floja, y se limpia un par de lágrimas.

—La verdad —confiesa el castaño—, es que siento que desde que vinimos a este internado, te veo más feliz. Eres más tú. Me recuerda esos ratos que pasábamos en mi casa y te dejaba usar mi ropa.

Alex se conmueve aún más de lo que ya está hasta ese momento. Sabe que es verdad lo que dice, pero viniendo de su amigo, que era tan torpe para entender los sentimientos de los demás, y que incluso él lo haya notado, lo llena de determinación.

—Eran buenos tiempos aquellos —Alex sonríe al recordar.

El sol parece volver a brillar.

—Me gustaría que las cosas fueran un poco más fáciles —confiesa Sebas—. Para ti, para mí. Ser un par de raros en este mundo no es sencillo, pero si no lo fuéramos no seríamos nosotros, creo.

El rubio se sorprende por las palabras de su amigo. No esperaba esa conversación con él en ese momento, mucho menos ver que tenía ese punto de vista.

No puede contenerse más y le da un abrazo veloz.

—En serio, bro, gracias por tu apoyo y por ser un lugar seguro.

El castaño sonríe mínimamente, lo cual ya es bastante viniendo de él. Aunque se le nota cansado después de tanta socialización por un día, así que Alex se levanta para ir a su habitación y darle su espacio. El castaño agarra su pulsera de la mesita con expresión pensativa.

Le da un vistazo a la mariposa que brilla fugazmente, sobresaltando al catire. Es como si se hubiera dado cuenta que Sebas acaba de tener una idea que quiere pensar que es brillante.

—No jodas, ¿esa cosa sigue viva? ¿Cuánto viven las mamarrachas mariposas estas pues?

Sebas ignora su interrogante y le cuenta un poco de un plan que tiene para probar una runa. Realmente, quiere que sea un regalo sorpresa para Alex. El rubio asiente sin dudar, completamente de acuerdo.

...



El color de un enigmaWhere stories live. Discover now