Capítulo 24

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Visitas

Fede y Alex están en la cancha. Es sábado, antes de que inicie la semana de torneos, y deciden aprovechar el rato libre y jugar. Esa tarde tendrían visita, y al menos el primo de Alex le dijo que hará lo posible por ir, lo cual le hace mucha ilusión.

—No jodas, muy chido y todo, pero de verdad quería meter un gol —dice el catire, haciendo un puchero. No va a negarlo, le frustra un poco, pero qué se le va hacer, igual disfrutó un montón el partido y el resto del día lleno de celebraciones.

—Bueno, mano, ya será el próximo año, qué más.

—Ah, sí, lo dice el portero sensación, joya en bruto y jugador sorpresa del año —dice con sorna el catire al devolverle la pelota con una patada fuerte.

—Ah, ¿qué? ¿Tas picao'? No es mi culpa ser bueno en todo, perdón.

En eso el rubio en serio se ríe. Se pone rojo de privarse de la risa.

Excuse me, I did not pretend to offend you, my Lord —le contesta Alex en perfecto inglés y vuelve a reírse, la cara de incomprensión de Federico es un poema, obvio que no había entendido nada.

—Bueno, casi todo pues, picao'.

—Mira quién habla.

Se ríen y después el ambiente vuelve a ser extraño, como la otra vez en la habitación. Ninguno sabe qué más comentar y un silencio incómodo se instala en medio de ellos. Raro.

— ¿Deberíamos ir ya a...? —Alex ni siquiera lo deja terminar de hablar, solo asiente, entendiendo que lo mejor sería prepararse para el día de visita.

El camino a la habitación no deja de ser incómodo. Federico solo siente el impulso de huir, y el mismo catire se queda sin palabras. Algo ha cambiado, algo muy mínimo, que ambos notan y nadie dice. Cada quién se enfrasca en sus propios pensamientos y se aligera un poco la cosa, entonces la compañía ya no se siente tan mal.

Cada uno tiene su propio enigma en la mente, los dos buscando una respuesta pero con temor a encontrarla. Solo que Alex se preocupaba por conseguir una manera de salvarse del maleficio del edificio prohibido, y Federico no se atreve ni a poner sus cuestionamientos en palabras inteligibles.

Después de que cada uno se aliste, se dirigen al vestíbulo, donde se encuentran con los demás alumnos conversando animadamente sobre quién vendría a visitarlos. Eso despierta un poco la curiosidad de Alex, aunque también le da algo de vergüenza comentar que vendría su primo y no sus padres, cuando los de casi todos iban cada día de visita.

— ¿Y tus papás siempre vienen o solo una vez al mes? —Es lo que pregunta el moreno, sin saber muy bien cómo iniciar una conversación a ver si aquel ambiente enrarecido e incómodo deja de serlo un poco—. Los míos vienen una sola vez, hoy toca.

Lo que no sabe Fede es que justo acaba de empeorar la situación.

—Eh, bueno... Ellos trabajan mucho, y viven un poco lejos... Pero mi primo viene a verme, y así —es lo que dice vagamente, y se odia por sentirse dolido al respecto. De verdad le gustaría que no le importara tanto. Tampoco puede culpar a Federico, no lo ha nombrado con mala intención y no sabe nada de su situación familiar.

El moreno nota la evasiva, y se siente algo avergonzado por eso. No sabe cómo salvar aquella conversación, y también le ofende hasta intentar llevar una charla casual y fracasar en el intento, por lo general es Alex el que siempre lleva las riendas en cuanto a eso. Entonces llega Sebas y el rubio y él se quedan hablando. Los ha visto juntos en innumerables situaciones, y el castaño sigue siendo un misterio, un personaje referencial en su vida, no sabe si debería unirse a la conversación y todos los demás hablan de cosas que no le interesan, así que se queda detallando el piso, como siempre.

El color de un enigmaWhere stories live. Discover now