Capítulo 39

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Edificio prohibido

El silencio aplastante y la pesada oscuridad de los pasillos del edificio prohibido del Amelia Mercedes Villarreal reciben a tres incautos esa noche. Caminan muy juntos entre sí, con los ojos bien abiertos tratando de divisar en la penumbra.

Alex se quita el suéter, sintiéndose algo estúpido. Debió haberlo dejado en la habitación porque no está haciendo frío, aunque sea de noche. Solo lo agarró por la pura costumbre, así que se lo amarra a la cintura.

Atraviesan el lugar a tientas, pero antes de continuar, el más bajo de los tres los detiene al sujetarlos del brazo. Los otros dos se paran en seco, y uno de ellos se sorprende por el gesto.

— ¿Qué pasa? —susurra Alex, confundido y alarmado.

Pero más intrigado porque Sebas lo haya sujetado del brazo ya que al mayor no le gusta el contacto. Algo le da mala espina.

—Ya estamos cerca —dice, porque había visto una mariposa titilar por el pasillo siguiente—. Recuerden el plan.

El otro par asiente, y continúan su camino. Entonces son guiados al lugar donde Alex había aparecido después de que haber soñado con la mariposona.

—Bienvenido de vuelta, Sebastián —le sonríe la mujer mariposa con dulzura ponzoñosa—. Qué alegría verte de nuevo por aquí, ¡y alguien más se une al juego, qué maravilla!

Su tono de falsa alegría les genera desconfianza. Ella extiende sus alas y Alex da un paso atrás, pero la mira con odio; en serio la detesta. Fede no puede comprender nada de lo que está pasando, y si bien ya Alex le había dicho que no se trataban de humanos, no puede evitar sentirse impactado con lo que está viendo.

Blair y Érebo están detrás de Rosé, la mariposona, como siempre. Ellos aún no saben sus nombres reales, pero los nombres clave que les había puesto Josué en el cuaderno les funcionan bien.

La mirada en blanco de los tres entes cae sobre ellos. Blair, la bruja, comienza a bailar después de intercambiar miradas con Rosé, y el sitio comienza a girar sobre sí mismo. Fede no halla cómo explicarse que eso está sucediendo, y se apega más a los otros; no sabe cómo puede enfrentarse a esos seres sobrenaturales, y se cuestiona a sí mismo su cordura y sentido común para entrar allí por cuenta propia.

Érebo, el Necro, permanece inmóvil en su lugar, sin haber recibido órdenes todavía.

—Sebas, Sebas, Sebas... —comienza a hablar la mujer mariposa—. ¿Qué pasa si esta noche no vuelven a sus habitaciones?

—Hay que permanecer juntos —le indica el castaño al otro par entre susurros, ignorando las palabras de Rosé.

—Y no le hagas caso a la coño'e su madre —le dice Alex a Fede, con la mandíbula apretada.

De repente la habitación se torna de color rojo, las luces parpadean, y Rosé llora sangre.

Con una voz distorsionada que les pone los pelos de punta, exclama.

— ¿C ó m o q u e n o q u i e r e n e s c u c h a r m e?

El piso tiembla un poco con el grito, pero se detiene. Fede y Alex se quedan paralizados, pero Sebas ve una oportunidad, que si bien es muy arriesgada, no sería mala idea intentarlo. Les da tres toques en los brazos de cada uno para captar la atención y se le escapa un grito tembloroso.

— ¡Ahora!

Los otros dos reaccionan y pasan a la fase número uno del plan, sintiendo un hormigueo, tal vez de adrenalina. Corren tras el castaño hacia la bruja. Rosé se ha quedado estática un momento, pero al menos no han intercambiado miradas. Tal vez es una oportunidad para neutralizar a Blair.

El color de un enigmaWhere stories live. Discover now