Capítulo 22

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Miedo

Otra noche sin dormir bien, Sebas no quiere levantarse esa mañana. Había intentado acostarse temprano y olvidarse de todo a ver si el cansancio lograba dormirlo, pero no había logrado mucho más que un sueño intermitente e intranquilo, con pesadillas donde se veía al espejo y sus ojos se tornaban de color negro.

Luego de arreglarse, revisa su teléfono. Lo hace más por costumbre de asegurarse que la hora de su reloj de mano sea la correcta, ya que no suele hablar con muchas personas con el aparato, pero ve el montón de notificaciones del chat de Alex. Que sí, es algo normal que le envíe un par de testamentos si no logra dormir y toda la cosa, pero más de diez notificaciones solo puede alarmarlo.

Entra sin más rodeos, y lo que lee termina de derribar su moral por el piso. El miedo, la culpa, el horror, la tristeza, un montón de emociones incompresibles se arremolinan en su mente. Suspira, tratando de serenarse. Cuenta las cerámicas del piso, ya lo ha hecho tantas veces que sabe hasta qué número tiene que contar y eso lo ayuda a relajarse.

Se dirige al comedor. Hay muchos más alumnos de lo que acostumbran porque ambos se han levantado un poco más tarde de lo habitual. El pan se ha acabado, tendrá que comer una empanada. Su día no puede ir a peor.

El ruido lo distrae. Tiene muchas cosas en la cabeza y a su alrededor, apenas es la mañana y ya se siente abatido y saturado de tantos sucesos, está agotado, quisiera poder devolverse a su habitación. Pero hay cosas más urgentes y necesita hacer un esfuerzo para concentrarse.

—Ok, por favor explícame qué fue lo que leíste.

El rubio toma una respiración profunda. El miedo se escapa en su mirada, en la de ambos. Aquello se siente inverosímil, mucho más después de lo ordinario que venía siendo el mes.

—Pues eso, bro. No hay salida. Vamos a terminar de la misma forma que los chicos que desaparecieron en el 2003, y todo por culpa de lo que sea que hay en ese maldito edificio —está aterrado, su voz se quiebra—. Se siente un poco como esos creepy-pastas que tanto odio, que te dicen: "ya eres parte del juego al estar leyendo esto". Si eso ya me daba miedo con lo pendejo que eran, es que ahora es peor.

Pasa su mano entre sus rizos, desesperado. Aquello sí que le está quedando grande, y no sabe a quién pueden recurrir sin acabar en más problemas, pero, ¿qué sería peor? No lo sabe. La incertidumbre lo está aniquilando.

Al verlo así, el sentimiento de culpabilidad de Sebas se incrementa. Fue su idea todo el tiempo de ir a ese internado, Alex solo lo siguió para no quedarse solo en su antiguo liceo. Fue su idea entrar a ese endemoniado lugar, para sentirse el prota de una de sus historias favoritas, para ser exorcista sin saber nada porque creía que con leer ya lo tendría todo resuelto. Con haber puesto un pie en ese lugar ya estaban malditos, y ojalá que pudiera volver en el tiempo para evitar todo aquello, pero no hay manera de hacer eso y lo sabe.

Ahora, por su culpa, Alex también corre peligro. Su amigo, su hermano, que no tiene nada que ver con eso, a quién no le interesa para nada la magia, pero es tan leal como para acompañarlo allá sin reservas. Alex, quién podría ir a la cárcel si pedían ayuda.

Quiere llorar. Sus manos tiemblan, intenta respirar. Hay mucha gente, mucho ruido, está cansado, aturdido. Le falta el aire. Alex lo nota, y en seguida reacciona. Deja la comida sin terminar de ambos en la mesa (al cabo que ninguno tiene apetito) y lo dirige hacia el vestíbulo, donde no hay tantas personas, se sientan en uno de los bancos del patio interior. Mientras camina, le pide que cuenten juntos las rayas del piso, a la vez que respiran a la par.

A pesar de que eso haya ayudado a calmarlo, ahora Sebas se siente incluso peor. Alex siempre sabe cómo ayudarlo porque se la pasaba leyendo e investigando todo el tiempo qué hacer ante esas situaciones, y él solo lo mete en problemas y le causa tantas molestias. No puede ayudarlo de la misma manera, no puede entenderlo, y aunque lo intente, siempre será peor.

El color de un enigmaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant