Capítulo 7

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Silencio

Terco. Terco tenía que ser. Y no debería estar ahí, o al menos, no debería entrar en el edificio prohibido sin siquiera habérselo dicho a su amigo más cercano.

¿Qué pasará si no regresa?

Sus padres se preocuparían, Alex se entristecería, sus nuevos amigos se extrañarían. Él lo tiene claro. Pero tampoco puede decir que le importe tanto.

Camina por los pasillos en medio de un silencio aplastante. Debe admitir que se había acostumbrado a su escandaloso amigo, y se siente un poco extraño estar ahí, en completa soledad, convertido en nadie, mientras todos duermen.

Algunos pensamientos que hacía olvidados empiezan a aparecer entre la apabullante quietud.

«Tal vez no importa tanto si no regreso».

No quiere tener esos pensamientos de nuevo, pero voltea a todas partes y solo se encuentra con la dolorosa oscuridad solitaria.

«Siempre les he causado problemas».

Pone una mano en la pared para sostenerse; siente el tacto frío, polvoriento y liso de la baldosa.

¿Qué pasará si no regresa? ¿Por qué está haciendo eso?

De todas formas, ¿acaso él tenía cabida en ese mundo? ¿Debería volver?

«Siempre he sido un raro».

Intenta contar algo para calmarse, pero no hay nada que pueda ver aparte del color negro. Hay un extraño olor en el ambiente, que no logra identificar pero que le desagrada. Empieza a caminar, aún con su mano en la pared. ¿Debió usar guantes? ¿Alguien encontrará sus huellas?

¿A quién le importará?

Cuenta sus pasos, y mientras más camina internándose en esa oscuridad, más parece su mente devorarlo.

No debió haber ido a ese lugar. Por la posición de la luna, apenas y es medianoche; debería volver, allí no hay nada más que tristeza y decepción.

«Soy una decepción».

Ha roto las reglas al adentrarse allí.

«Soy un error».

¿Y todo por qué? Por su obsesión.

¿Por qué no puede ser como alguien normal y solo olvidarlo?

Decide sentarse un momento, abrumado por lo ruidoso de su mente. Las lágrimas caen. Sabe que nadie puede verlo, tanto por ser invisible como por la soledad reinante en el edificio, pero aun así se apresura a limpiarlas.

Recuerdos vienen a él de su antiguo liceo, los que le dan sentido a sus pensamientos más dolorosos. Aunque intenta olvidarlos aún siguen doliendo; un poco menos, pero es una cicatriz de dedos señalando, apodos denigrantes y comentarios afilados que aún duele de a ratos.

Las sombras de su pasado, que lo persiguen a cada paso, ahora parecen cobrar fuerza adueñándose de la noche.

«Soy débil».

Debería abandonar su sueño de todas formas. Es un esfuerzo inútil. Ni siquiera era cierto aquel rumor de los exorcistas, no tienen nada de especial, tal vez ni trabajan ahí, porque no hay nada paranormal en ese edificio. Tal vez su primo Miguel solo presumía sobre su trabajo.

Se levanta dispuesto a irse para no volver, pero entonces recuerda. La mariposa, su invisibilidad, las tres de la madrugada.

Algo de extraño tenía todo eso.

Pero igual tenía que volver ya.

Se levanta un poco más motivado, dispuesto a descansar luego de haber tenido esa crisis, y ya en la mañana con más calma vería que hacer, después de nadar un buen rato, hacer un plan e investigar un poco más sobre el edificio prohibido.

El color de un enigmaWhere stories live. Discover now