Capítulo 38

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Última cena

Federico lo mira sin creerle. Parece una broma, una de muy mal gusto. Se sienta en su cama, Alex se encoge en su lugar, cuestionándose tal vez muy tarde si haber dicho eso es una mala idea y si el moreno podría traicionarlos y acusarlos con algún profesor.

— ¿De qué mierda estás hablando? ¿Al edificio prohibido?

—Sí, bueno... Con esta ya sería la... cuarta vez que voy.

Fede lo observa, impactado. Que ir una vez es una locura, cuatro veces es demasiado. Pero lo más intrigante es, ¿cómo sigue vivo? ¿Cómo ha vuelto en una sola pieza? ¿Qué cosas ha visto dentro de ese lugar?

—En serio, estás loco.

—Lo sé. Nunca debí haber ido —acepta el rubio, ocultando su cara entre sus rodillas—. Si te contara todo lo horrible que es ese lugar es que no paro.

— ¿Y entonces por qué has vuelto tantas veces? —le cuestiona, porque una explicación debe de haber. Y al menos ya se imagina qué habrán sido algunas de las veces que Alex no ha dormido en la habitación.

—Pasa que... Es un caza-entrépitos, eso es lo que es ese lugar, y no hay mejor forma de explicarlo —comienza a hablar y se incorpora en su asiento—. O sea es como... los creepy-pastas que usan ese truco sucio de involucrarte, cuando te dicen "si 'tas leyendo esto ya eres parte del juego", y ya no puedes rehusarte.

—Mierda...

—Y ahí vive una vaina rara que quiere secuestrarnos. Ni siquiera... Ni siquiera es humana, por Dios —se queja y pasa sus manos por la cara, desesperado.

La voz le tiembla un poco, añorando lo que era la vida antes de haber entrado a ese lugar. Las lágrimas del terror puro se agolpan en sus ojos y se regaña a sí mismo por mostrarse tan vulnerable.

Fede recuerda entonces esa noche, cuando el rubio leyó algo en el cuaderno viejo que siempre lleva consigo y puso aquella expresión de horror.

— ¿Es... es un demonio? —cuestiona Fede, intrigado.

—N-no lo sé... eso parece. Porque, eh... Sebas... —se interrumpe en lo que una lágrima se le escapa y se la limpia bruscamente, se aclara la garganta y continúa—. Está maldito.

El moreno abre los ojos como platos, aquello no se lo esperaba para nada. Por alguna razón siente un vacío en el estómago, y aunque quisiera ayudarlo no tiene idea de cómo hacerlo, apenas y puede creerse todo lo que acaba de decirle.

—Esta noche vamos a volver para intentar librarnos de la cosa-horrorosa-espantoférrica esa. Sebas tiene un plan y yo tengo fe.

El moreno solo asiente, y Alex finaliza.

—Te lo digo porque... no sé si logre volver y... iba a ser raro si eso pasa, tú sabes. Pero esto jamás puedes decírselo a nadie, ¿oíste?

A Fede se le está ocurriendo una forma de darle apoyo.

—Mierda, al final sí que he terminado contándote demasiado de mí, qué vaina más loca —dice Alex, sintiéndose de alguna manera más aliviado de soltar eso.

—Voy contigo al edificio prohibido.

— ¿De qué mierda estás hablando?

...

Sebas suelta un suspiro en su cuarto. Se está mentalizando para lo que va a hacer esa noche. Cuenta en su mente hasta el diez, con los ojos cerrados. Aun así, una lágrima se escapa. Luego otra, y otra. Limpia sus lágrimas, tratando de relajarse otra vez, pero es en vano. Se quita sus lentes, que se han manchado con pequeñas gotas de sus incontrolables lágrimas. Su respiración profunda se va acortando poco a poco hasta que lo vence el llanto.

Le tiemblan las manos cuando agarra por última vez su preciada agenda, que desde hace unos meses se había convertido en algo más parecido a un diario. Se le hace extraño reconocer sus trazos en las páginas, haber logrado llenar tanto del cuadernito con sus pensamientos más sinceros, siendo que él que no es muy ducho para escribir. Alex podría escribir eso en menos tiempo, está seguro.

Sonríe con nostalgia al pensar en Alex.

Se coloca la pulsera, entonces empieza a brillar el dije con aquel puntito de color. Alex está asustado. No es el único.

Esconde su agenda y vuelve a sentarse en la cama. No quiere seguir pensando en lo que está por venir. Y aunque intente convencerse a sí mismo que será lo mejor y que está preparado para afrontarlo, no puede dejar de temblar de miedo y sentirse inútil por no haber encontrado otra salida.

...

Esa noche, ninguno de los tres tiene apetito, pero están obligados a comer porque esa sí que va a ser una noche larga. Federico come con el par de amigos, lo cual se le hace hasta un poco sospechoso a Sebas, pero lo deja pasar. Ninguno ha dicho nada, todos sintiendo que esa sería su última cena.

Sebas se había despedido de sus amigos esa noche, para sentarse con Alex, aunque sintiera que se iba a quebrar a llorar. Podría ser la última vez que los vea, y aunque hubiera querido pasar un rato más con ellos, no cree que pueda soportarlo.

Finalmente, Fede y Alex terminan, y antes que Sebas dé el último bocado de su arepa el rubio le dice:

—Hay algo que debo decirte, bro.

Sebas puede notar que el par se mira entre sí de forma sospechosa y lo único que se le ocurre pensar es que de alguna loca forma Alex se las ingenió para volverse novios en menos de una semana.

Alex y Sebas intercambian miradas y el rubio parece interpretar los pensamientos del mayor.

— ¡NO! No jodas Sebas, no es lo que estás pensando, ¡¿qué mierda?!

Se pone rojo en lo que exclama eso y le da un lepe suave al mayor, que solo se ríe un poco. Fede no entiende y prefiere no preguntar, pero no puede evitar sentirse algo raro.

—... Va a ir al edificio prohibido con nosotros.

Sebas lo evalúa con la mirada. Por primera vez lo mira a los ojos, lo que hace que el moreno se remueva en la silla, incómodo, aunque solo sea un vistazo fugaz. Puede suponer que Alex se lo terminó contando, y si está dispuesto a ir con ellos no debió haberlos delatado; además, para que Alex le hubiera revelado aquello debía ser de confianza. Y para efectos prácticos, podría serles de utilidad.

—Ok.

Fede suspira, sin notar en qué momento se había puesto tenso.

Pero solo es frente al umbral del edificio prohibido del Amelia Mercedes Villarreal que cae en cuenta de lo que realmente significan sus palabras. Y ya es demasiado tarde para retractarse.

...

Gracias por acompañarme, el final está a la vuelta de la esquina.

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El color de un enigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora