—Si yo sobrase Kyle no me habría invitado.

Crack. Todo dentro de mí se ha roto. Porque tiene razón. Sigo preguntándome por qué le ha invitado, si sabía que estaríamos los dos solos...

Ella me sonríe y tira de Kyle hacia la casa encantada. Él solo mira al suelo sin reaccionar y se deja llevar por ella.

Pero esto no se queda aquí. Juro que aquí no termina.

Doy media vuelta y salgo de este lugar. Ahora mismo solo quiero pasear, perderme, pensar.

***

Sigo andando por el parque mientras mi cabeza no deja de funcionar y mis ojos no dejan de soltar lágrimas. Ha ganado, Belinda ha ganado. Y Kyle le ha entregado la medalla.

Vuelvo a pasar por el mismo lado por décima vez y escucho mi móvil vibrar. Primero miro la hora: 23:07, luego miro quién es: Miriam.

—¡Por fin! —habla entre suspiros—. Kyle no deja de llamarme, te hemos llamado muchas veces Sevda, llevamos horas intentando localizarte. ¿Dónde te has metido? ¿Qué ha pasado?

—Miriam... —nada más decir su nombre estallo de nuevo a llorar.

Y son las lágrimas lo que me impiden seguir. Porque un nudo se me forma en la garganta haciendo que no pueda pronunciar ni una palabra.

—¿Qué ha pasado? —pregunta más preocupada que antes.

—Belinda... —al decir eso escucho su suspiro y de su boca empiezan a salir improperios apenas entendibles.

Le cuento todo lo que ha pasado en la Warner y ella me escucha con atención. Cuando he terminado la historia siento que mis fosas nasales se liberan y por fin puedo respirar con normalidad.

—Dime dónde estás —solo dice eso, no es una pregunta, ni una invitación, sino una orden. Así que le doy las indicaciones de mi ubicación y tras confirmarlo cuelga.

Me siento en un banco mientras hundo la cabeza entre las manos y suspiro.

Solo 17 días.

***

—Me has asustado, Sevda —una voz grave pero dulce a la vez habla a mis espaldas.

Al levantar la cabeza me sorprendo tras ver quién es, porque no era a él a quien esperaba, le di mi ubicación a Miriam, no a Kyle.

—Ha sido Miriam la que te ha avisado... —apunto, él asiente. Ella le ha traído hasta mí. Miriam y su manía de creer en los cuentos de hadas y hacer lo posible por que yo viva uno.

—¿Estás bien? —me pregunta Kyle.

—Perfectamente —miento.

Él, al escucharme ladea la cabeza y hace rodar sus ojos. No me cree, pero a estas alturas me da igual que no lo haga. No es asunto suyo.

—¿Por qué te has ido así, Sevda? —se intenta acercar a mí pero yo me alejo.

—No te hagas el tonto Kyle, lo sabes perfectamente —agacho la cabeza por que no quiero ver su cara de enfado por este drama tan tonto que he montado.

Él susurra el nombre de Belinda y yo agacho la cabeza.

—¿Pero por qué te ha dolido tanto lo que ha dicho?

Suspiro con pesadez. Eso también lo sabe. Sabe por qué me ha dolido. Sabe que estoy enamorada de él. Pero cómo no, hace oídos sordos.

—Contesta por favor —vuelve a acercarse a mi pero esta vez no me aparto, y nuestras piernas se rozan mientras un terremoto crece en mi interior.

—¿Te parece normal no avisarme de que iba a ir ella? ¿Te parece normal pasar así de mí? ¿Permitir que me tratara así? —me quito la lágrima que se ha escapado con rabia, no quiero que me vea llorar, y menos por esa pija.

Kyle se calla. Está claro que tengo razón, la ha llevado a un sitio al que íbamos a ir juntos, merecía que por lo menos me avisara.

—¡Contesta! —digo ya enfadada. Se asusta de mi grito y niega levemente con la cabeza.

—Tú me mentiste con lo de Miriam, ¿qué diferencia hay? Tú no me dijiste que ella no iría, yo no te dije que Belinda iría. No eres la más indicada para echarme eso en cara.

Sus ojos se empequeñecen y yo los cierro con fuerza, porque por mucho que me duela, tiene razón.

—¡Pero sabes lo mucho que la odio! ¡Y la invitaste! —suelto sin pensar.

—Pues lo siento, pero no me arrepiento, Sevda. Lo he pasado muy bien con ella.

Su contestación se clava en mi corazón como si fuera un puñal. Dando fin a la conversación me levanto del banco, evitando también que vea como otra lágrima cae por mi mejilla. Rápidamente me la aparto y no permito que más sentimientos salgan de mí. Y tal y como hago siempre en momentos así, mi mente se va a otro lugar, mi lugar favorito.

***

Todo lo que me rodea ahora mismo es blanco, como si la nieve hubiera pasado por aquí dejando un rastro precioso. Pero no es por eso por lo que está de un blanco cálido. Parecen nubes, pero no lo son. Son pequeñas piscinas naturales que se han ido formando con el paso de los años. El color que las rodea es por una formación geológica de las aguas termales. Es El Castillo de algodón, el lugar más bonito que jamás me hayan descrito. 

***

Cuando llego a la puerta del apartamento de Miriam me quedo parada sin llamar. No son horas de llamar a un timbre sin previo aviso. Así que en vez de eso, le llamo por teléfono y mi amiga corre a la puerta en cuanto le digo que estoy aquí. Nada más abrir me tiro a sus brazos mientras hipo por el llanto.

—No se han acabado los días, pero como si se hubieran acabado —digo tranquilizándome—. Me rindo Miriam, no sirve. Todo lo que le doy me lo devuelve con puñales. No puedo seguir. No me quiere. Y no le haré cambiar de opinión. Solo soy una amiga más.

Puede que sea la persona más positiva del mundo, pero sé cuando tengo que dejar algo, y este es el momento. No es rendirse, es quererse. Porque esto ya no me hace bien.

—¿Qué ha pasado ahora? —suspira mientras me invita a pasar.

—No se arrepiente de haberla invitado. Y me lo ha afirmado. Se lo ha pasado bien con ella. No le he importado yo ni lo mal que ella me ha tratado. Le importa ella. Le gusta la maldita Belinda —la rabia habla por mí ahora mismo—. No sigo con esto. Que haga lo que quiera. Me rindo Miriam.


***

Y como no, os dejo en el principio del capítulo a Miriam, la hada madrina de esta parejita 🥰

Solo 20 días (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora