Capitulo 30

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Estados Unidos

/New York/

Adara

—La lección de hoy terminó— habló Paola, dando dos aplausos.—Las cuatro son geniales, se llevarán la atención del público.

—¿Tendremos que venir mañana?— preguntó Siria.

—Mañana y los días siguientes— dijo con una sonrisa.

—¿Y qué más vamos a ensayar?— se metió Gabriela.

—No sólo es hacerlas modelos. El departamento de armamento debe ajustarse lo más posible a los vestidos que usarán. Por eso deben venir, para enseñarles cómo moverse con comodidad.

—Serán semanas largas— hablé por primera vez.

—Será fácil— dijo ella, quitandole importancia al asunto con un movimientode de manos, cómo si ella fuera a presentarse a ese desfile para causar una masacre.

Toda el día nos tocó ensayo. Al día siguiente también regresamos para hacer la misma rutina con la diferencia que salimos más temprano ya que tuvimos una pequeña junta con Oswaldo para acoplar las armas con los vestuarios del desfile para no levantar ninguna sospecha.

La semana se fue entre esas actividades. Mi mente se despejó un poco, ya casi no pensaba el lo de las cartas y toda esa situación. Estaba tan ocupada con lo de Francia que mi mente no le daba lugar a otros pensamientos que no fueran sobre la misión.

Todos los implicados descansamos en los dormitorios de la organización, ni tan siquiera habíamos salido en todos éstos días y nosotros no habíamos vuelto a nuestra casa por tanto trabajo. Después de todo lo que me pasó, estar aquí me generaba seguridad

Me siento en la cama con las piernas arriba del colchón para poner crema en ellas. Había salido de bañarme y estaba lista para acostarme a descansar. Termino y me levanto a beber un poco de agua. Antes de meterme bajo las sabanas, alguien toca la puerta y maldigo internamente por la interrupción.

—¡Hola!— entra Siria, con entusiasmo.
La observo: trae puesto un vestido revelador, anda muy preparada para una fiesta. Deduzco a lo que viene y me lo afirma cuando habla.

—Quítate esa pijama y ponte lo más sexy que tengas— dijo, haciendo volar muchas prendas del clóset.

—¿A dónde se supone que vas?— hablé, sentándome en el sillón individual de mi habitación mirando cómo observaba cada prenda pensado si era buena o no.

—¿Voy? no— saca un vestido plateado que brilla por todas partes.—Vamos querrás decir— se decide por ese y empieza a buscar tacones.

—Estás loca si piensas que voy a salir. Quiero descansar— me levanté y me metí por debajo de las sabanas.

—¡Adara no seas amargada!— sentí cómo quitó la sabana de un jalón.
—Hemos tenido días con mucho trabajo, es fin de semana y hay que despejar la mete antes de irnos a Francia.

—Muy tarde— hablaba con los ojos cerrados y abrazando una almohada.
—Mañana nos vamos y no quiero desvelarme.

—Nos vamos en la tarde— tomó mis tobillos y me jaló.—Estaremos frescos para mañana a esa hora.

—Déjame en paz— gruñi cuando me dió otro jalón.

—Vamos— dijo, alargando la a en modo de suplica.—Yo nunca te pido nada...

La interrumpí.—Cuándo te conviene.

—Ándale— me jaló de nuevo.—No seas mala.

Después de súplicas por parte de Siria y quejas de la mía, me levanté y junto a su ayuda me arreglé para salir e ir junto con Nate y Nick a un antro para divertirnos. Al llegar, cómo siempre entramos por el área VIP, nos dieron una mesa y pedimos alcohol. La música retumbaba en el lugar, había mucho ruido y en vez de divertirme y distraerme; fue todo lo contrario. El insoportable dolor de cabeza regresó, tomé mi vaso con vodka y me lo terminé de un trago.

—¿Te sientes bien?— preguntó Nick, inclinándose un poco hacia mí.

—Me duele un poco la cabeza.

—¿Quieres qué te lleve a la organización?

—Puedo soportarlo.

Los chicos se van a bailar y me quedo sola en la mesa. Sinceramente no sé lo que pasa, a mí me gusta esté tipo de ambiente pero ahora no traigo ganas de estar aquí. Me levanto de mi lugar para caminar hacia el baño, después de hacer mis necesidades me lavo las manos y le doy un retoque al maquillaje que Siria me hizo. Salgo y siento cómo mi hombro choca con el de un hombre, pido disculpas sin voltear a verlo y sigo caminando hasta llegar a la mesa y sentarme de nuevo.

Una sensación de estar siendo observada me abraza e inmediatamente todas mis alarmas se encienden. Volteo a todas las direcciones observado el lugar y a una que otra persona pero no veo a nadie que esté atento o atenta a mí.

—¿Qué hace una bella mujer tan sola?— un hombre de cabello negro y ojos marrones llamó mi atención. Estaba parado frente a mí con dos vasos de alcohol.—Traje esto a modo de disculpas— Me da uno de los vasos, se lo acepto pero no bebo ni una sola gota del líquido.—La verdad es que no te miré, espero que no te haya hecho daño.

—No pasó nada— respondí.

—¿Puedo hacerte compañía?

—Adelante.

La sensación vuelve y busco de nuevo con la mirada pero no hay nada. Me topo con los ojos de Siria y con una seña de manos me dice que me divierta con el pelinegro. Tal vez tenga razón, de mal ver no está, al contrario, está muy guapo y para una noche está pasable.

—¿Cómo te llamas linda?— pregunta, poniendo una mano en mi muslo descubierto.

—Adara.

—Adara— repite.—Lindo nombre.

—¿El tuyo cuál es?

—Roberto.

Se queda conmigo toda la noche, platicamos de muchas cosas, después me invita a bailar y nos levantamos a hacerles compañía a las demás parejas. Al final empieza con los toqueteos y besos por el cuello. No le soy indiferente y busco su boca para darle un beso que lo deja sin aire. Me pregunta si quiero pasar la noche con él y acepto, salimos del lugar con dirección a mi departamento, ya que está cerca de aquí y llegaremos más rápido.

Abro con mis llaves (las traía siempre conmigo después de lo que pasó con Alondra). Al cerrar la puerta, se viene contra mí besando mi cuello mientras yo le quito la camisa por los hombros.

Me toma de las piernas y me sube a un mueble cerca de nosotros, continuando con las caricias. Baja la parte de arriba de mi vestido y toma uno de mis pechos con sus labios, dando mordiscos que me sacan jadeos.

Estar en esta posición me recuerda a Trembley, en la oficina agarrándome salvajemte. Sacudo la cabeza y me centro en el pelinegro que me carga por el pasillo. Le digo a que habitación entrar. El cuarto está a oscuras, solo la luz de la ciudad entra por el ventanal de la terraza dejándonos ver un poco.
 
Llevo mis manos a su pantalón para quitárselo y siento su erección bajo de ellas. Se lo quito, se deshace de todo mi vestido y pasa sus manos por todo mi cuerpo.

La noche la pasamos juntos, descargo toda la ira que provoca el caso del demente y terminamos cogiendo casi toda la noche por toda la habitación. Después decidí que se quedara a dormir por si a caso en la madrugada se me despiertan las ganas de follar más.

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Hermoso Caos (#1. Bilogía Atracciones Peligrosas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora