Capítulo 54 - Resetear

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Los soniditos de las máquinas de la clínica no dejaban de sonar, comenzaban a provocarle un dolor de cabeza gigante a Robert. El pelinegro se frotó los ojos con cansancio mientras miraba a Elliot tendido en la camilla, no quería dejarlo, pero sabía muy en el fondo que no podría pasar la noche si no bebía algo de café.

Caminó al comedor, puso un par de monedas para pedir un cappuccino y se quedó con los ojos cerrados mirando como el líquido caía en el vaso color verde.

—Hey —le hizo sobresaltar Jonathan —¿Estás bien?

—Si, solo algo cansado ¿Qué haces tú acá? Creí que te irías a casa.

—Me quedé un rato más, estoy un poco intranquilo, no sé, no quiero irme —Robert le miró asustado, Jonathan le sonrió de la mejor forma que pudo y le tocó el hombro para darle ánimos —tranquilo, solo estoy nervioso, es todo.

—Vete a dormir a casa, yo estoy bien, estaré con Elliot toda la noche y mañana vuelves.

—Así te duchas —río su amigo.

—Cállate, estoy limpio, me duché esta mañana —Robert tomó el vaso con café y le estrechó la mano a Jonathan.

Mientras caminaba por los pasillos recordaba donde estaban los demás. El Papá de Elliot permanecía con Joshua en otra habitación del hospital, el chico se encontraba bien, el golpe en la cabeza que le dio la Mamá de Elliot no fue tan grave.

Roby volvió al cuarto, le dio un par de sorbos al café y empezó a mirar el teléfono, la gente seguía buscando a la mujer, la policía estaba en un operativo gigantesco, pero no había señales de ella en ningún lugar.

—¿Puedes decirme que hago acá? —preguntó Lio mientras abría los ojos muy lentamente, Robert se sorprendió, estaba agradecido de volver a escuchar su voz.

—¡Oh! Eh... Hola —balbuceó nervioso —¿Cómo estás?

—Algo perdido —sonrió de forma pequeña —¿Qué pasó? Bueno, sé que pasó, pero... no estoy seguro si fue así o no.

—Voy a llamar al doctor.

—No, no —Elliot le tomó la mano —Tengo miedo, quédate acá.

—Vale, tranquilo yo... estoy acá, siempre.

—Roby... ¿Fue mi Mamá? —Robert abrió su boca para responder, aun cuando no sabía qué cosa decirle precisamente, luego se dio cuenta de que el chico lo estaba llamando por su nombre.

—¿Qué... qué cosa?

—No me hagas preguntarte otra vez por favor que yo...

—No, no, di mi nombre, mejor aún, di el tuyo por favor.

—¡Ay Roby! ¡Dios! ¿Ni en una clínica dejas de bromear conmigo?

—¡¡Ah!! —gritó, agachándose frente a él y besándole la mano —te amo, te amo, te amo, ¿No eres Niccolo cierto?

—¿Qué te pasa? ¡No! Soy Elliot, ¿Por qué? ¿A poco crees que me ando creyendo que soy Niccolo?

—¡¡AHHHH!! —volvió a gritar Roby de la emoción.

DOS SEMANAS DESPUÉS

Elliot escuchaba música con audífonos, aunque solo tenía uno puesto y el otro colgaba inútilmente del cable blanco, el chico miraba la bolsa de patatas fritas pequeña que había comprado.

Estaba solo, sentado en una banca del parque que estaba cerca de la casa de Robert, no escuchaba música con los dos audífonos porque tenía miedo que su Madre apareciera y él no se diera cuenta.

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