CAPÍTULO XXIX

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Habían pasado aproximadamente seis horas cuando el hambre los venció por fin y decidieron parar

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Habían pasado aproximadamente seis horas cuando el hambre los venció por fin y decidieron parar.

—Busca una cafetería cerca de la carretera —sugirió Sabrina—. No creo que sea bueno desviarnos demasiado. —Lucas solo asintió, fijando la vista en la señalética del camino. Entonces, viró con brusquedad a la derecha.

El auto dio una leve sacudida, pero Lucas se limitó a sonreír y a fingir que lo había hecho a propósito, porque se negaba a admitir que el cansancio estaba haciendo que las letras se volvieran borrosas frente a sus ojos.

—Deja de hacer eso —masculló Aura por lo bajo. Ahí, Lucas sí sonrió.

—Como digas —dijo, volviendo a virar para no pasarse la entrada a la gasolinera, cuyos enormes letreros reflectaban la luz del sol de mediodía.

Aura rodó los ojos, pero no dijo nada. La muchacha miró hacia arriba, hacia el cielo, con una pequeña ansiedad creciendo a medida que el sol avanzaba. Con frecuencia se había encontrado preguntándose qué harían al llegar a Miami. Confiaba en que Sabrina lo supiera. Cuando el auto finalmente se detuvo fue bajo la sombra que el edificio de la cafetería proyectaba, y Aura vio en el reloj del tablero que eran nueve minutos pasada la una. Entonces fijó su vista en las paredes de vidrio del recinto, que estaba abarrotado de gente, para variar.

—¿Creen que con el combustible que tenemos nos alcance para seis horas más de viaje? —preguntó Sabrina desde el asiento de atrás, antes de que nadie se bajara del coche.

—Yo no me arriesgaría. No deberíamos parar de nuevo —respondió Kaden.

—Bien —dijo Sabrina, abriendo su puerta y bajando del auto.

La siguiente hora pasó como en cámara lenta, entre bromas y pequeñas risas, hasta que se dieron cuenta de que ya no podían aplazar más su partida y decidieron apurarse en volver a entrar en el auto. Quedaba lo último del viaje, después de todo. Se levantaron de la mesa en la que estaban, que quedaba, como la primera que habían compartido horas atrás, al final de la estancia, como si estuvieran intentando ocultarse por algún motivo del resto del mundo. Ya habían recargado el combustible antes de comer y Kaden hizo ademán de adelantarse, entonces Lucas le dijo a su hermano:

—Está bien, yo conduzco.

«¿Qué?», pensó Aura, y se apresuró a salir por la puerta que él había dejado balanceándose antes de que esta se cerrara.

—¡Lucas! —gritó, forzando que él se detuviera junto al auto blanco en el que viajaban. No podía seguir conduciendo eternamente, y para ella no pasaba desapercibido el enrojecimiento que comenzaba a verse bajo las oscuras pestañas del chico—. Tienes que descansar, ya manejaste demasiado...

—Estoy bien, Aura —dijo entre dientes sin mirarla, y a la chica siempre la golpeaba el hecho de ser consciente de que nadie más podía verla, mucho menos escucharla. Quiso decir algo más, pero el chico se volteó antes de que ella lograra replicar—. Estoy bien. En serio. —Y se subió al asiento tras el volante.

A través de las Sombras © [MUESTRA] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora