CAPÍTULO XXIV

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AURA

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AURA

No sentí nada...

Nada en absoluto.

Hasta que desperté y volví a sentir. Aunque no de la misma forma... y sin recuerdos. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta aquí. La confusión era total. Comenzaban a pasar los segundos y todo dentro de mi cabeza era caos. ¿Dónde estaba? ¿Por qué...?

No entendía lo que pasaba. Me di la vuelta intentando orientarme y fue cuando lo peor apareció frente a mí, la imagen más inesperada y maquiavélica que había visto jamás. Ahí estaba: una camioneta gris, hecha trizas, abollada y rota. Sin luces ni vidrios. El conductor... inconsciente, en el mejor de los casos y, al lado.... vi lo que era mi auto. Destrozado. Rayado. Vidrios quebrados. Volteado. Y en el asiento mi propio cuerpo despedazado. Sangrando, con múltiples cortes y heridas por todo mi cuerpo, pedazos de vidrio enterrado. Y una herida profunda en mi cabeza. Una herida mortal.

Y lo recordé todo. Las sombras, las visiones, alucinaciones, las luces, el choque...

«No...», pensé. «Esto no puede estar pasando».

Llevé las manos a mi cabeza y tiré de mi cabello con tanta fuerza que, de haber estado viva, habría gritado. Pero no, porque ya no sentía nada. Físicamente ya no había dolor. Ni dolor ni ningún otro tipo de sensaciones, porque ellas estaban reservadas para los vivos.

—No, no, no, no —repetía una y otra vez. Cerraba una y otra vez los ojos con fuerza, casi esperando que al abrirlos de nuevo todo desapareciera. Una y otra vez, la imagen seguía allí.

Poco a poco vi cómo la gente se acercaba a la escena, murmurando, diciendo cosas que nunca llegué a escuchar, cosas a las cuales resté importancia.

Grité, pero ya nadie me escuchaba.

Así que corrí. Corrí sin detenerme, porque las limitaciones físicas ya no me lo impedían. Antes de que la ambulancia llegara yo ya estaba lejos.

Pronto la carretera apareció frente a mí. Los autos pasaban a una velocidad vertiginosa y la parte de mí que no quería aceptarlo simplemente se apartaba hacia un lado del camino para luego caer en la cuenta de que lo mismo daba. El bosque que durante años había visto al pasar, tanto camino a la universidad como a la escuela unos años antes, apareció frente a mí también. Y, por primera vez, corrí hasta perderme en su interior.

Entonces el recuerdo de un sueño que alguna vez tuve comenzó a destellar en mi memoria.

Iba caminando por un bosque. Corriendo, mejor dicho. Corrí lo más rápido que pude, sin mirar atrás. Sin detenerme; sin descansar. Quería correr y dejar todo atrás, detener el tiempo... No, volver en él. Volver en él y cambiarlo todo... Aunque lo que yo quisiera ya poco importaba, ya nada lo hacía; era irreversible.

A través de las Sombras © [MUESTRA] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora