CAPÍTULO VII

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En todo el resto de la noche, Aura no logró volver a dormirse

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En todo el resto de la noche, Aura no logró volver a dormirse. No por falta de sueño, ya que se sentía tan débil, adolorida y cansada que los ojos se le cerraban por sí solos, sino porque cada vez que su mente amenazaba con dejarse llevar, las imágenes de la caverna volvían a aparecer, despertándola de golpe.

Durante horas la chica estuvo tirada en la cama, inerte, sin poder mover ni un músculo por el dolor que eso conllevaba. No sabía cuántas veces más había tenido que correr al baño a devolver el estómago, y cada que lo hacía las piernas se le ponían aún más temblorosas que la vez anterior. Cuando el reloj dio las nueve Aura desistió por completo de la idea de dormirse de nuevo por un simple motivo; estaba aterrada. Tenía demasiado miedo de lo que vería al cerrar los ojos que prefirió luchar contra la inconsciencia que quería apoderarse de ella. Si hubiesen sido solo imágenes, pesadillas como las que cualquier otra persona tenía, habría estado bien, pero no lo eran, porque todo lo que sucedía en ellas se transformaba en una cicatriz en la vida real, y el dolor era demasiado difícil de sobrellevar, al menos en ese momento.

La muchacha respiró profundo y se levantó lentamente, poco a poco, porque no podía ser de otra manera; su cuerpo no se lo permitiría.

Caminó con pesadez al baño y prendió la regadera. Se metió en la ducha sin esperar que el agua se calentara, esperando así que la hinchazón que tenía tanto en el hombro como en la parte baja de la cabeza disminuyeran.

El dolor se mitigó un poco, permitiéndole pensar en lo que hacía con mayor claridad. Despacio lavó la parte trasera de su cuello, intentando que doliera lo menos posible, lo cual ya era difícil. Apenas tocó la herida el dolor aumentó de manera considerable, sin embargo, Aura no permitió que eso la detuviera. Masajeó su cuello hasta que la sangre seca le salió del cabello, intentando no mojar el vendaje improvisado que tenía en el brazo.

Al salir le dedicó otros minutos al golpe del hombro. El cardenal se extendía ahora hasta su clavícula. Buscó a tientas un ungüento entre las cremas médicas que su madre guardaba en el botiquín hasta que encontró una y esperó que sirviera. La aplicó sin hacer demasiada presión hasta que su piel la absorbió por completo. Se vistió con un simple buzo de algodón, algo que no rozara de sobra las heridas. Después... Después no supo qué hacer. Debía mantenerse despierta, lo sabía incluso cuando estaba demasiado cansada como para concentrarse en cualquier cosa que no fuera el sueño.

Entonces, sin pretenderlo, Aura cerró los ojos.

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A través de las Sombras © [MUESTRA] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora