CAPÍTULO III

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—¿Lucas? —dijo Aura en un susurro tan bajo que apenas ella logró escuchar

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—¿Lucas? —dijo Aura en un susurro tan bajo que apenas ella logró escuchar.

Al abrir los ojos la oscuridad la desconcertó.

Cuando logró adaptarse a la falta de luz, Aura pudo distinguir que ya no seguía en la universidad, donde recordaba haberse dormido. El cuerpo le pesaba y la cabeza aún le dolía, pero al menos ahora era soportable.

Estaba en una habitación desconocida para ella, aunque eso, por algún motivo, no la inquietó.

—¿Lucas?

—Estoy aquí, Aura —habló él a sus espaldas.

La muchacha se volteó incorporándose sobre la cama. Lucas estaba sentado con los codos apoyados sobre el escritorio que había frente a una ventana y la mirada perdida en algún punto tras el cristal. La luna bañaba su perfil de una suave luz plateada.

—¿Dónde...?

—Estamos en mi casa —respondió antes de que ella terminara la pregunta. La chica asintió con extraña calma—. No sabía dónde más traerte. Iban a cerrar la universidad y no podía despertarte. Estuviste inconsciente un buen rato.

—Eso explica por qué no soñé nada... —murmuró más para sí, pero él la escuchó.

—¿Pesadillas? —inquirió.

—¿Cómo lo...?

—También las tengo —dijo él, apartando por fin la vista del cielo y mirando hacia ella.

Aura no supo qué decir ante eso.

—¿Qué hora es?

—Casi las once...

—¿¡Estuve inconsciente por casi diez horas!?

Lucas asintió.

—Oh, Dios... ¿Y mis cosas?

Lucas señaló con la cabeza a la orilla de la cama, donde descasaba su mochila negra. Aura se apresuró a tomarla y rebuscó en ella hasta encontrar su celular. Más de diez llamadas perdidas. Marcó al número y al primer tono escuchó la voz preocupada de su madre por el auricular.

—¿Aura? —preguntó en una voz tan baja que la chica apenas pudo oírla.

—Sí, mamá...

—¡¿PARA QUÉ TIENES EL MALDITO TELÉFONO SI NUNCA TE DIGNAS A CONTESTARLO?! ¡¿TE DAS UNA IDEA DE LO PREOCUPADA QUE ESTABA!? —gritó tan fuerte que Aura tuvo que alejar el celular de su oído.

Lucas arqueó una ceja en su dirección; él también lo había escuchado.

—Lo siento, mi... mi batería murió y... Se me quedó el móvil en casa cuando salí y... Llegaba tarde, por cierto, ¿por qué no me despertaste?

—Hija, salí temprano. Cambiaron la hora al médico de mi madre y tuve que adelantar mi vuelo. Te dejé una nota en la entrada porque no quise despertarte aún. Te pedí que me llamaras cuando pudieras, ¿no la viste?

A través de las Sombras © [MUESTRA] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora