CAPÍTULO XIII

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—¿Qué fue lo que le pasó a mi padre, Evelyn? —preguntó cortante, su voz fría como el hielo cuando ya no pudo contener más las palabras dentro de sí misma—

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—¿Qué fue lo que le pasó a mi padre, Evelyn? —preguntó cortante, su voz fría como el hielo cuando ya no pudo contener más las palabras dentro de sí misma—. Y no quiero mentiras esta vez.

Aura vio el cuerpo de su madre tensarse delante de ella. Los segundos que pasaron hasta que la mujer se volteó se le hicieron interminables, pero cuando lo hizo... Aura pudo ver la expresión mortificada de su rostro.

—¿De qué estás hablando, Aura? —preguntó con un tono de voz que la chica no supo descifrar, a medio camino entre lo mordaz y la sorpresa—. Tú sabes...

—¡Deja de mentirme! —gritó explotando finalmente. No quería más mentiras; estaba harta de ellas—. ¡Dime la verdad de una maldita vez!

Su madre se dedicó a observarla durante unos agonizantes segundos sin decir palabra, analizándola y viéndola como si jamás lo hubiera hecho. Aura intentó en vano analizar su expresión impenetrable, buscando algo, lo que sea, que le dijera que quizá no la había engañado todo ese tiempo.

—¿Cómo lo supiste? —habló calmada. Se le cayó el alma a los pies.

—Así que era verdad... —susurró, incrédula. La rabia comenzó a subir por su sistema nuevamente, llenándola de un odio que no quería poseer y que, incluso así, no lograba controlar—. ¡Soy una idiota! Desde que me enteré... Parte de mí quería creer que no era cierto, que no me mentiste durante años... —Entonces se echó a reír con crueldad, no porque le hiciera gracia, sino porque era lo único que se veía capaz de hacer—. ¡Soy una estúpida! Aferrándome a creer en ti... ¡Me viste llorar todo este tiempo! —gritó de nuevo a su madre, quien la observaba petrificada, sin mover un músculo desde que había empezado a hablar—. ¡Me oíste culparlo, me permitiste odiarlo por creer que me había dejado...! ¡Por creer que nos había dejado a ambas, mamá! Me dejaste creer que todos aquellos recuerdos felices que tuvimos fueron un simple engaño, me permitiste pensar que nosotras juntas no fuimos suficiente, que nuestra familia no era suficiente para él... Y tú lo sabías... ¡Durante todo el maldito tiempo lo supiste, ¿y pudiste ocultármelo?! ¡Dos años! —gritó, pero el nudo en su garganta no la dejó decir nada más.

Las palabras se atascaron y su voz se quebró. No quería llorar, no después de saber que a su madre no parecía importarle lo que ella sentía, mas no pudo impedirlo. Se llevó una mano a la cabeza, como si así pudiera evitar el dolor que allí comenzaba a formarse. Las lágrimas rodaron por sus mejillas y la opresión en su pecho no la dejaba respirar. Los sentimientos la abrumaban y no sabía cómo detenerlos. E, incluso si lo hiciera, ¿sería capaz?

Clavó la vista en el suelo, porque no quería mirar a su madre y ver la culpa gritando en sus ojos.

—Tienes que entender...

—¿Entender? —preguntó mordaz, deslizando todo el ácido que le quemaba la garganta dentro de aquellas palabras—. Entender, ¿qué, exactamente? ¿Qué excusa tienes? ¿Que lo hiciste por mi bien? ¿¡Es eso lo que piensas decirme!?

A través de las Sombras © [MUESTRA] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora