CAPÍTULO XX

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Al principio un dolor penetrante lograba traspasar la oscuridad de sus sueños, lo sentía incluso cuando estaba dormido

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Al principio un dolor penetrante lograba traspasar la oscuridad de sus sueños, lo sentía incluso cuando estaba dormido. Lo torturaba, lo lastimaba. Quería gritar, sin embargo, no tenía fuerzas ni para abrir los ojos. A veces sentía que despertaba, porque era plenamente consciente de lo que ocurría alrededor, mas los párpados le pesaban tanto que no se veía capaz de abrirlos y se preguntaba si quizá seguiría soñando. Varias veces entró y salió de la inconsciencia, y de un modo febril escuchaba los sonidos a su alrededor: pasos que iban de un lado a otro de la habitación, puertas que se cerraban. Unas cuantas veces escuchó ruidos en la cocina, aunque pensó que a lo mejor se lo imaginaba. Alguna que otra vez logró abrir los ojos, el dolor le impedía pensar. El frío le llegaba hasta los huesos, tiritaba y los temblores recorrían su cuerpo enviándole nuevas oleadas de dolor. No se podía mover. Fue consciente de estar bocabajo en su cama, y notaba un peso frío en la espalda. Hacía tanto frío... «Es para ayudarte con el dolor y la hinchazón», recordaba vagamente esas palabras, pero no quería más frío. «Tómate esto, hará que pase». Esa promesa había sido suficiente para que intentara incorporarse. No pudo. Apenas pudo notar las pastillas pasar por su garganta con dificultad. El agua se sintió rasposa.

La siguiente vez que despertó ya no era de noche; aun así, las cortinas estaban bajadas y eso él lo agradeció, porque incluso esa tenue luz que todavía entraba en la habitación era suficiente para que sus ojos ardieran, lagrimearan, dolieran. No podía moverse, no podía hablar. Odiaba sentirse así. Otra vez las pastillas pasaron por su garganta casi sin que se diera cuenta.

Al cuarto día, recuperó un poco la lucidez. Cuando Lucas despertó esa mañana, Aura no estaba con él. Hubiera preferido no haber despertado, sin embargo, porque apenas la luz traspasó la bruma de la inconsciencia el dolor llegó con ella. Quemaba, ardía... No podía siquiera comenzar a describir lo que sentía con exactitud, solo sabía que dolía y que eso le impedía pensar en nada más. No podía ni siquiera pensar en las náuseas que el mismo dolor le causaba.

Intentó moverse. Una vez más, no pudo.

La puerta de la habitación se abrió; aquel leve sonido taladró su cabeza. El muchacho se volvió para ver a Aura entrar en la estancia con una bolsa llena de quién sabía qué, pero apenas se movió, el dolor le llenó la vista de puntos negros.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Bien —consiguió decir él, aunque sonó más como un quejido.

Si ella dijo algo más, entonces no lo escuchó por el pitido que se instaló en sus oídos. Pasaron unos agónicos segundos hasta que la chica apareció a su lado, tendiéndole un vaso con agua y más pastillas. Sentía que sus ojos se cerraban.

—Tómate esto. Ayudará con el dolor.

Su estómago se revolvió por el esfuerzo cuando se incorporó, más o menos, con dificultad, y le arrebató el montón de pastillas que traía en la mano. No preguntó qué eran, tampoco le importaba demasiado en ese momento. Si ayudaba a que el dolor desapareciera, bienvenido sea.

A través de las Sombras © [MUESTRA] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora