52

547 42 0
                                    

Irina POV

Mis manos temblorosas me hacían difícil la tarea de cambiarme de ropa tras una ducha desinfectante. Quince minutos me demoré en cambiarme y poder entrar a ver a Josef debido al vendaje empapado en sangre, pero simplemente lo apreté aún más y termine de vestirme, necesitaba comprobar por mí misma que estaba bien.

La imagen frente a mis ojos era algo deprimente, mi hombre estaba conectado a un montón de máquinas, el sonido constante del monitor indicando que estaba vivo, un tubo salía de su boca y se conectaba a un ventilador. Dos grandes lágrimas escurrieron de mis ojos ante tan desgarradora imagen, mi Josef, quien nunca enfermaba, quien cuidaba de mi día y noche, mi mejor amigo, mi amante, el padre de mi hijo, estaba en esa cama de la cual no sabía si iba a salir, justo en el momento que más lo necesitaba, en este momento estaba arrepentida de no decirle cuanto lo quería y necesitaba cuando tuve la oportunidad de que me oyera.

Que haría sin él, a pesar de los contratiempos, las idas y venidas era la única persona que nunca me abandonaría, estábamos unidos por algo más fuerte que incluso el amor, era como si algo nos atara tan apretado que nunca lograríamos separarnos por algo que no fuera la muerte, destino lo llaman, pero nosotros no creíamos en él, o eso nos hacíamos creer a nosotros mismos.

Acercándome al lecho acaricie su cabello como el solía hacer en las tardes bajo el pino del patio de la mansión cuando éramos adolescentes, susurrándome lo mucho que le gustaban mi pelo y mis ojos, me juraba que eran como aguamarinas mientras yo me reía de sus divagaciones, cuanto daría por volver allí, donde nada nos afectaba y olvidábamos todo a nuestro alrededor. Sin embargo es imposible así que estoy frente a la cama de hospital donde yace mi única conexión con la parte feliz de mi infancia mientras su piel estaba más pálida de lo normal y es incapaz de hablarme o mirarme a los ojos.

- Jos- le llame entre lágrimas- sé que esto suena egoísta, pero necesito que despiertes, ¿quién va a cuidar de que nuestro hijo este bien?, ¿quién va a cuidar de mí?- le pregunto en un susurro.

- Señorita, es hora de que salga- me pide la enfermera desde la puerta.

- Ya voy- le aseguro besando la frente de Josef, el tiempo había pasado muy rápido y estoy reacia a dejarle solo pero debo hacerlo.- Ya veo como regresar pronto cariño, te necesito bien sí, así que si por casualidad me escuchas, despierta por nosotros- le suplico.

Me dirijo a la salida y la enfermera me apoya la mano en el hombro para confortarme pero solo consigue que suelte un pequeño gruñido por el dolor.

- ¿Estás bien?- pregunta y al ver que no respondo se para frente a mí y corre la bata del hospital por mi hombro hasta revelar el vendaje empapado en sangre por el esfuerzos pero eso no era importante ahora.

- Estoy bien- respondo.

- No, no lo estas y vas a venir conmigo para revisarte el hombro jovencita- me ordena llevándome hacia una camilla y acercando una mesa con instrumental.

Tan solo con poner mi carne abierta en contacto con el agua oxigenada estoy chillando cual niña pequeña y ella sonríe. Diez minutos después estoy con la herida suturada, vendada y el brazo en un cabestrillo.

- Deberías tomar algún antibiótico, ¿Eres alérgica a algo, querida?- me pregunta.

- No en realidad, pero debería tener cuidado con lo que tomo, estoy embarazada, ¿crees que afectaría a mi bebe que lo tome?- preguntó con preocupación, si algo le pasara al bebe cuando Josef despertará no me lo perdonaría.

- De hecho, este- me expresa agitando la caja que sostiene- tiene grandes contraindicaciones para las embarazadas, aunque si aceptas un consejo, niña, creo que deberías realizarte una ecografía para ver cómo se encuentra tu hijo ya que el estrés puede afectar mucho un embarazo.

La emperatriz de la mafia roja Where stories live. Discover now