47

531 35 0
                                    

Irina Pov

-Mala He sido muy mala- gimo mientras me toco para él.-Aceptaré mi castigo como una buena mascota, amo.

Me levanto y me acerco a él. Al menos de momento, estaba mucho más calmado, dispuesto a satisfacerme. Miro desde arriba el hinchado glande de su polla y separo mis labios, húmedos y pintados de rojo.

-Parece deliciosa- lo provoco- Pero no estoy adecuadamente vestida para recibir mi castigo.

Saco el camisón por mi cabeza, enviándolo al suelo de la habitación. Mis pechos oprimidos caen hacia adelante, con los duros pezones desesperados por quedar libres del sujetador.

Los obligo a erguirse un poco, al echar los brazos atrás y desabrocharlo. Pongo uno de mis brazos sobre mis pechos, fingiéndome inocente para picarlo, y lanzo el sujetador al suelo.

-Por favor, Irina Déjame ver.

Bato las pestañas rápidamente y aparto el brazo, dejando al descubierto mis firmes y turgentes pechos. El aire frío contra mis pezones los hace endurecerse aún más, y noto como se me pone la piel de gallina.
Me llevo las manos atrás y me quedo sumisa frente a él mostrando el tanga empapado, al ver que no tomaba la iniciativa decido llevarlo un poco más lejos, llevando los pulgares a ambos lados del borde de la prenda y tiro de él, tensándolo.

-Ahora voy a quitarme las braguitas, amo. ¿Es malo que lo haga?- le digo con voz entre picara e infantil.

-Sí- sonríe él- Muy, muy malo.

Tiro hacia abajo con lentitud, separando mi empapado coño de la húmeda prenda. La bajo hasta los tobillos y entonces me alzo con las piernas separadas, estirando la prenda lo máximo posible. Dejo caer las manos a ambos lados y me coloco delante de, expuesta y lista para follar.

-Más- exigió-Estira más tus braguitas-su voz ronca era la señal suficiente de que apreciaba el juego.

Vuelvo a mover las piernas, separándolas aún más. Mi seducción había finalizado y mi rey había caído ante ella.

-No te muevas, mascota-exige

Josef se levanta y se quita la ropa. ¿Está a punto de inclinarse hacia el otro lado la balanza de poder? Se acerca a mí y me besa, su caliente, y húmeda lengua acaricia con suavidad y lentitud la mía. Su áspera barba se siente sexy y varonil contra mis suaves labios. Se aparta y me mira, sus ojos de ese verde bosque que tanto aprecio cuando estoy caliente.

-Quédate así, Irina. Ha llegado el momento de tu castigo- me informa.

Camina hasta quedar a mi espalda y rodea con la mano mi nalga izquierda, acariciándola lentamente por toda la extensión de las marcas de mi castigo anterior, con cariño.

-Mmm se siente bien, amor-le comunico y veo de reojo su sonrisa ante el apelativo.

-No te he dicho que hables, Irina. Ya he tenido suficiente de tu desvergüenza, mascota- regaña sin la seriedad que vendría anexa si estuviera tan enojado como antes.

No había tenido aun tiempo de responder cuando sus ojos vuelven a ese tono sádico que tanto conozco y cuando su palmada cae en mi culo grito por el dolor. Sé que está descargando toda su furia contenida en este castigo, se está liberando de los demonios que nos alejan, como mismo sé que no ha usado ningún látigo o paleta para fustigarme por miedo a dañarme más que ante ayer.

-¡Ah!- grito

-¡Silencio!- me ordena frío.

Otra nalgada, y otra, y otra. Cuarenta azotes suenan en la sala. Aprieto los dientes e intento no hacer ruido alguno, me está probando, está viendo que tan lejos soy capaz de llegar para demostrarle que me he entregado a él en cuerpo, mente y alma. Necesito entregarme, mostrar que confió en su cuidado al cien por ciento y así lo hare.

La emperatriz de la mafia roja Where stories live. Discover now