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Irina POV

Llevo desde ayer planificando de qué forma convencer a Josef de perdonarme, el castigo que me propino fue doloroso y tengo un montón de marcas moradas salpicando mis glúteos, mis pezones que ya estaban sensibles están salpicados de puntitos sangrantes en donde mordía la pinza y su falta de atención cuando los quitó fue muy dolorosa pero sé que él necesitaba eso para sacar de si los demonios, demonios que yo misma invoque. Mentiría si dijera que no estoy dolida por su actitud pero a la vez me había dado eso que tanto se había negado a sí mismo y a mí, me había convertido en su esclava, había dejado de reprimirse y se abrió a mí, dejo ir gran parte de la ira por lo que con esa carga menos allanar el camino sería más fácil a partir de aquí. Solo necesitaba un empujoncito más, si lo conseguía de la manera correcta me reclamaría nuevamente, eso es todo lo que necesito. Por lo que me desperté más temprano y me dirigí al baño a asearme, porque esperar más, según mi madre cada día era un nuevo comienzo por lo que hoy iba a darle ese último empujoncito. El roce de mis manos dolía al hacer contacto con mi carne sensible, pero aun así apreté fuertemente mis dientes y termine de hacerlo. Aplique antiséptico en las pequeñas heridas que dejo la vara aquí y allá, luego de eso estaba lista para atacar a mi presa.

*****

Pensé que se le iba a caer la taza cuando me vio entrar a la cocina. En la mañana antes de que se despertara le había dicho a Clarie que se llevara a todos los guardias del interior de la mansión de día de campo o alguna chorrada de esas. Solo necesitaba que los alejara para que nadie nos interrumpiera, Ivan e Isaac se asegurarían de que las niñas se divirtieran hoy en lo que mami arreglaba el desastre que había hecho. Escogí un camisón de seda rojo muy ajustado que se aferraba a mis generosas curvas, y que, a su vez, se balanceaba alrededor de mi trasero al caminar. Dentro de mi caja fuerte se encontraba algo que no había lucido en años pero este sería su momento, la fina banda de cuero se ajustaba a mi cuello a la perfección, pero el roce de esta contra mi piel me llevo a un sitio en el que aun anhelaría estar.

Las luces de Nueva York no dejaban que en la ciudad se diferenciara la noche del día, pero en este lugar las luces jamás serian un problema, habíamos llegado hacia una semana por petición de mi madre, nuestro anterior verdugo había muerto y no nos conformaríamos con tener al segundo mejor, veníamos por Andrey Kobyla, el verdugo mayor de la Bravta. La familia Kobyla había servido a la mafia rusa por años como verdugos y si el próximo estaba listo para entrenar a los siguientes este vendría con nosotros.

Todo estaba resuelto para cuando nos decidimos a conocer la ciudad, Josef y yo seguíamos como siempre, éramos amigos que de vez en cuando estaban listos para comerse. Si bien nos gustaba experimentar nunca habíamos tenido el suficiente espacio para que el llevara a cabo una idea que me excitaba un montón, la sumisión suave era parte de nuestros juegos pero nunca habíamos pasado de eso.

-Quiero que me acompañes a un lugar Nina- me comunico Jos hace unas horas.

-Si es divertido iré contigo- acepte simplemente antes de que me entregara una caja alargada de terciopelo negro.

La tome en mis manos dudando de lo que habría dentro pero el solo se limitó a ponerse tras de mí y besar mi cuello.

-Ábrelo- exigió con esa voz que me derretía.

Dentro de ella una fina banda de cuero tachonado en oro se asentaba, sus labios recorrieron todo el camino hasta mi oreja solo para susurrar.

-Solo cuando estés lista

-¿Cuando esté lista para qué?- indague dudosa.

Girándome hasta estar frente a frente espero a que mis ojos conectaran con los suyos.

La emperatriz de la mafia roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora