Stephan sonrió. La chica pronto se detuvo en un punto que la oscuridad tocaba, donde nadie más podía verlos. El demonio se materializó frente a ella, pero la muchacha no reaccionó. Apenas si se movió; su mente no oponía resistencia a la posesión de las sombras.

—Ya sabes lo que tienes que hacer —dijo él con una sonrisa.

La oscuridad se arremolinó a su alrededor. La habitación, ya oscura de por sí, pronto se sumió en las tinieblas más espesas que habían habitado jamás la tierra. La energía era tan densa que casi podía sentirse en el aire. Apenas levantando la cabeza, la chica, la sombra, siseó también:

—Sí, mi señor.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó Aura con cierto temor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó Aura con cierto temor.

Esa tarde, apenas las clases habían terminado, se dirigió a la casa de Lucas. Él no había ido ese día, pero en un mensaje le había dicho que, si iban a llevar a cabo su plan, pues ese era el día.

—¿Te estás arrepintiendo ahora? Después de todo, fuiste tú quien me convenció de que era una buena idea.

Las horas habían pasado más lento de lo normal aquella tarde, con la ansiedad, el miedo y la adrenalina mezclándose en su sistema, ambos esperaron hasta que el cielo por fin oscureció.

—Nunca dije que fuese una buena idea —replicó la chica—. Solo dije que teníamos que intentarlo.

—Y tenías razón.

—Lo sé... Es solo que ahora...

—¿Tienes miedo? —inquirió Lucas.

Aura lo contempló durante un segundo, intentando descifrar aquella inescrutable expresión que él siempre cargaba consigo, pero no había nada en el brillo de sus peculiares ojos violetas que le permitiera adentrarse en sus pensamientos.

Apenas respirando, contestó:

—No sería humana si no lo tuviera.

—Vas a estar bien —prometió Lucas—. No tengas miedo.

—Todos le tenemos miedo a algo —lo citó ella. Entonces agregó—: No importa lo bien que se nos dé ocultarlo, eso no lo hará desaparecer.

—¿Y eso qué se supone que significa? —cuestionó el chico.

Pero ella no respondió, porque ambos le tenían miedo algo y, aunque se les diera bien ocultarlo, poco sabían que, a fin de cuentas, su miedo era el mismo.

El tiempo casi dejó de existir mientras que los minutos pasaban, no importaba cuán redundante aquello sonara. Aura podía imaginar cómo las manecillas de un reloj parecían estancarse en su cabeza, pero eso no detenía el tiempo en la vida real. Ninguno habló; el único testigo del paso de las horas era la oscuridad que los rodeaba, la luz de la luna que entraba por la ventana, apagándose a ratos cuando una nube de invierno la opacaba.

A través de las Sombras © [MUESTRA] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora