Garabatos amenazadores

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Finalmente Patty había vuelto a trabajar, pero esta vez como cajera. Consideración respecto a la denuncia que retiraron para que ella quede sin culpa. Mientras tanto comimos churros con café. Será que todo estará bien de aquí en adelante: ante Mathilde ella deja un rastro de solemnidad y una sonrisa forzada por quien le ha salvado el pellejo. Es mejor hacer el bien, ser positivo y olvidarse de los inutiles pleitos.

Monique, Mathilde y Patty fabricaban a la fuerza un vínculo, fieles al mandato del jefe. Ejercitando sus habilidades como cajeras y compañeras: no hay replica para escapar de esto, ni fuerza que se oponga a esta falsa amistad (aunque no se quieran ver las caras).

Pasaron el primer día bajo la lupa del paragua. Salimos y compramos cerveza. Patty no quería beber alcohol pero terminó bebiendo una botella Malbec con Matheus. Parecía que el mal humor y la angustia se habían disipado en el viento.

Comimos rabas y langostinos. Muy buenos. Disfrutando de la noche en el bar de la esquina. Después de un rato Mathilde habló y dijo que su hermana prontamente retornará al país. Habló de que la casa de Rubí tenía inquilinos porque ella la había alquilado con un contrato por dos años. Ella bebía cerveza casi de forma compulsiva.

Nadie dijo nada. ¿Será que planea traerla a vivir a casa? Si vamos a los hechos: la casa esta ocupada y nosotros que cuidamos las aves todo este tiempo.

Patty sacó de su cartera una pequeña bolsita y puso un polvo blanco sobre su puño cerrado. Inhaló cocaína. Pero nadie se percató de eso.

—¿Qué estás haciendo?

—Nada, en todas sus formas —dice Patty.

Matheus la mira espantado, luego me mira y frunce el ceño.

—¿Por qué me miran así? —incita, burlona.

Mathilde avanza con una perversa mirada y le dije:

—Tienes polvo blanco en tus fosas nasales.

Boyd permanece inmóvil, desorientada mirando hacia las luces color azul del local, los hermanos gritan simultáneamente:

—¡Patty!

Derrotada se puso de pie y Mathilde aprovecha para insultarla:

—Sos una tarada, mujer.

—¿Por qué siempre me atacan? —dijo Patty con la voz entrecortada.

—¿Quieres morir? —chilló Mathilde.

La frente de Patty se arruga.

—Claro que no.

Matheus la toma del brazo y la acerca nuevamente a la silla, quien luego le diría que tome asiento.

Patty comenzó a llorar y todas las capas de maquillaje que tenía en el rostro fueron enchastrando el cuello tipo bebé de su blusa blanca. Matheus y Monique intercambian una mirada irónica.

—No estamos aquí para apenarte —dije.

Su dulce rostro dice que no quiere reaccionar. Todos le hablaron al unísono, para aconsejarle y para estimularle que siga transitando por el buen camino. Ella no habla, solo suspira nerviosa, como si se arrepintiera del hecho.

—Entiendo que quieres una salida, querida zorra... —carraspea Mathilde—. Pero la verdad, ponerte a consumir delante de todos nosotros es algo sin noción.

—Oh, no me digas zorra, Mathilde, yo hago lo que quiero —explica Boyd—. Desde mi punto de vista, yo puedo hacer lo que se me venga en gana, fuera del trabajo.

—¿Perdona?

—La próxima vez... —susurra Patty con los ojos enrojecidos— , utilizaré un palo de golf para golpearte en la cabeza.

—Dios, se nota a leguas que estás drogada —tercia Mathilde. Llévenla a su casa a esta perra.

Matheus con una expresión glaciar, la toma del brazo y la lleva a su auto. Patty apretó los dientes y se dio media vuelta lanzándole un guiño a Monique.

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Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora