Capítulo XXI (Vicky)

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Comenzaba noviembre y los jardines de Cambridge nos regalaban las mejores vistas de todos los tiempos.

Despertar y ver la nieve a través de los cristales era alucinante. Las chicas y yo adorábamos el invierno porque podíamos calzar botas y abrigos sin excusas y por fin el chocolate caliente tenía un motivo.

La temperatura disminuía mientras el calendario avanzaba y las ansias por permanecer debajo de las cobijas era cada vez mayor.

—¿No podemos quedarnos todo el día así?— preguntó Marina mientras se enroscaba aún más en su edredón.

—No, no podemos, arriba, levanta— dijo Rocio a la vez que intentaba apartar tanta tela de encima de mi otra amiga.

Si no hubiera sido por la valentía de Rocio, que cada mañana sacaba su mano del calor para apagar el despertador, muchos días hubiéramos estado ausentes a clases.

A nuestra afición por la temporada invernal la superba el calor que se creaba debajo de las cobijas.

Aquella tarde, asistiría a una de las charlas de apoyo que el Dr. Williams me había propuesto. Desde que las frecuentaba, había conocido historias más deprimentes que la mía, jóvenes desamparados sin apoyo familiar, otros con un peso tan mínimo que se le podían observar cada uno de los huesos y otras anécdotas que lamentablemente no tuvieron el mejor de los finales.

Era increíble ver cómo tantos adolescentes sufren de la discriminación de sus propios compañeros de clase y en ocasiones hasta familiares o amigos, cómo muchos escogen el camino fácil como yo lo había hecho y cómo otros llegan hasta creer que el proceso destructivo en el que se encuentran es algo correcto.

Cuando escuchaba a los pacientes contar sus experiencias me sentía orgullosa de mi familia, nunca me dejaron sola, estuvieron conmigo en cada paso, cada consulta, cada recaída, cada hospitalización y cada gravedad. Después que les contaba mi versión y les daba mi criterio acerca de la enfermedad siempre lograba sentirme en paz, como si cada vez que hablara el tema estuviera sacando de mis entrañas un poquito más del peso que había cargado durante tantos años.

Llegué a la clínica antes de lo previsto, visitar a Jacob en su consulta se estaba haciendo una costumbre que estaba comenzando a disfrutar. Me dirigí hasta la recepción donde se encontraba la señorita Smith con el fin de que los minutos pasaran con más prisa.

—Señorita Smith...

—Vicky, es hora de que comiences a llamarme Liah, prácticamente somos compañeras de trabajo.

—Vale, Liah entonces—sonreí con amabilidad—¿puedo ayudarte?—dije al verla atareada con varios folios que tenía que archivar.

—¿Lo estás diciendo en serio?

—Claro, cuando vivía en España trabajaba en una editorial y mi trabajo era muy parecido a lo que estás intentando hacer—expliqué.

—Vicky, has salvado mi día, dentro de 15 minutos comienzan a llegar pacientes y tengo que atenderlos a todos y si comienzo con esto dejaré ambas cosas a medias, será de gran ayuda para mí si organizas estos cheques bancarios por año.

—No tienes que excusarte Liah, dalo por hecho.

Mientras organizaba los documentos recordé cuando trabaja en la editorial con Ester, sus consejos y la manera en la que me animaba siempre a que no dejara de estudiar, la eché tanto de menos que le envié un email donde le decía lo mucho que la recordaba.

Diez minutos después había organizado tres años de los que Liah necesitaba solo faltaban dos para terminar la faena e irme a la sala donde nos reuniríamos todos.

El camino hasta ti [# El Camino I] ✔ [Completa]Where stories live. Discover now