Capítulo V (Vicky)

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Habían transcurrido 25 días con sus largas noches, cada vez era peor la espera, por más que había intentado mantenerme ocupada en otros asuntos, mi mente siempre tomaba el atajo que llevaba hasta Barcelona.
En el trabajo todo seguía igual, aunque últimamente estaba manteniendo conversaciones más profundas con Ester, que a pesar de sus cuarenta y tantos años era una mujer digna de admirar. Durante nuestras conversaciones me contaba de su vida, de sus hijos y de lo mucho que los echaba de menos y entre anécdota y anécdota continuaba insistiendo en que debía dejar de trabajar. Su argumento era que una jovencita de mi edad tendría que estar en la biblioteca sacando apuntes y el mío, que no todos nacemos con las posibilidades que tenían sus hijos. Me entendía pero en el fondo sé que era fiel a su forma de pensar, aun así me seguía apoyando y diciéndome que no sería un impedimento para mí, que siempre tendría trabajo con su firma y yo se lo agradecía doblando turnos y dejando aquellos almacenes más organizados que mi propio armario, que ya era mucho decir.

Con las chicas, genial, como siempre, bueno no, Marina estaba estudiando muchísimo más aunque Rocio y yo teníamos que pagar un precio muy alto por ello: estudiar Mates con su música tecno a punto de hacer explotar las paredes de su habitación, juro que si los exámenes se hubieran retrasado le habrían salido grietas. A cambio ella tenía que memorizar cinco páginas diarias de Historia pero créanme, compensaba. Rocio había conocido a un chico y se estaba “enamorando” una vez más, según ella iba en serio pero las seriedades de mi amiga son tan reales como que dos más dos sea cinco en Matemática Básica.

Adoraba a esas locas, mientras estudiábamos y reíamos de cualquier tontería, las observaba y me preguntaba ¿qué sería de mi vida sin ellas?  Nunca encontraba respuestas a esa pregunta aunque por suerte o desgracia, la vida se encargaría de respondérmela muy pronto. En el colegio seguíamos siendo una, aun para soportar las egocentricidades de Frank y todo su club de fútbol, odio el deporte pero a veces quisiera jugar en el equipo del colegio solo para tener la oportunidad de golpear su cara con el balón y decirle –Ups, ¡lo siento!- así de enfadada me traía ese chico.

Mamá cada día hacía un postre diferente para comer en casa después de la cena, por esos días, ella y papá estaban felices porque estaban a punto de  concretar un nuevo negocio. A mi padre lo habían ascendido en el trabajo y podíamos darnos la oportunidad de mudarnos a una casa un poco más grande y según mis padres más cómoda para pasar su vejez ya que constaba de una sola planta baja y tenía jardín. A mamá le encantaban las plantas y papá con tal de verla sonreír cambiaba hasta de casa, literalmente.

Así fueron pasando los días hasta que llegó la noche anterior a los exámenes de selectividad.

— Hola hija —interrumpió mi padre mientras repetía como disco rayado los últimos apuntes antes de irme a la cama.

— Hola pa —dije en un bostezo.

— Deberías dejar esos apuntes a un lado y descansar ¿no crees? —mi padre siempre tenía razón, en ocasiones me hacía creer que me conocía mejor que nadie en el mundo, el siempre sabia cuando no soportaba más carga o cuando aún podía cargar un poquito más.

— Sí, ya iba a dejarlos por acá —dije sonriendo y señalando hasta mi mesita de noche.

— Te he traído esto —abrió su mano y en el interior habían dos pequeños pendientes en forma de trébol de cuatro hojas- Tu madre y yo los hemos comprado para ti, sabemos que tienes tus amuletos pero queremos que en un día como mañana lleves estos para que nos sientas cerca de ti.

Tenía una colección de aretitos pequeños que siempre hacia combinar con las pulseras que me ponía cada día, siempre llevaba unos diferentes pero de los que poseía solo tenía conocimiento mi hermana, esta idea había sido de esa enana.

— Gracias papá, ten por seguro que los llevaré mañana —lo abracé muy fuerte y se volteó enseguida saliendo de la habitación, nunca deja que lo veamos llorando pero sé que esa noche lo hizo.

Pasé la madrugada abordando viajes con destino a mi resumen, me declaro culpable del desgaste de las hojas que conformaban el mismo y también de las ojeras producto de falsos pestañazos que me sumergían en un pequeño bucle de cerrar y abrir los ojos cada veinte minutos, puedo afirmar que durante esas horas comprobé las capacidades que tiene el cuerpo humano para estar a la expectativa y la mía para dar más de seis vueltas en la cama en menos de un minuto.

Todos los efectos del desvelo estaban fuera de mí, descarté la notificación de alarma como nunca lo había hecho antes y estuve lista primero que mi hermana, debo aclarar que esto era un acontecimiento, jamás lo había logrado, sí que era importante la selectividad, sí. Esa mañana mis padres nos llevaron al colegio, mi madre emocionada me deseo mucho éxito y mi padre perfiló mis orejas para cerciorarse de que llevaba un trébol de cuatro hojas en cada una, al verlos emitió un gesto de alivio y yo le hice un guiño en sentido de complicidad.

Entramos todos al salón y junto a nosotros el señor López el cual llevaba en sus manos un montón de papeles que de seguro cada uno de los que estaba en aquella habitación deseaba tener delante y terminar con todo aquello. Era el final del Bachiller, nos íbamos a la universidad, el próximo año no usaríamos uniformes sino ropas a nuestro estilo tratando de distinguir del resto, ya en las aulas no seríamos los mismos y los profesores no sabrían nuestros nombres, ya no existirían más talleres ni actividades extraescolares ni iba a ser necesario aguantar ocho horas diarias en el cole y joder, sí que dolía.

— Muchachos, de más está desearles muchos éxitos a todos y esperamos de vosotros los mejores resultados- fueron los ánimos del director, los cuales escuché con lejanía puesto que ya en esa instancia solo estaba concentrada en que lo primero que tenía que hacer era poner mi nombre en el primer renglón del examen como si ese acto fuera necesario para aprobar, nos lo habían repetido tanto que era más probable olvidar como me llamo a no recordar un teorema de geometría.

La tensión comenzó y las agujas del reloj corrían más rápido que nunca, había dado un vistazo a las preguntas y sabía responderlas, eso y las miradas de alivio entre las chicas, fue un golpe de calma en medio de mi nerviosismo, sabía que saldríamos más que satisfechas de ese salón y que entonces podría aceptarle a Rocio el café que le debía hace 25 días atrás.

Un nuevo capítulo para ustedes, espero les esté encantando la historia de estos chicos. Pronto sabremos más de Frank, os lo prometo. Un abrazo🤗

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