«Congeláremos el infierno si eso es lo que quieres, lo quemaremos y encenizaremos si así lo deseas, pero no nos pidas que te excluyamos de el, porque ese es el lugar al que perteneces y pertenecerás siempre, Evania.»
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C A P Í T U L O "32"
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G A D I E L
La vida aveces se comportaba de una manera extraña, y muchas veces me sentía perdido o desorientado por eso mismo. Las diversas veces que confíe en las personas a mi alrededor, todas esas veces terminaron de una manera desastrosa.
Por eso mismo mi círculo social era limitado, confiaba sólo en las personas con las cuales había crecido por eso mismo los clubes fueron una manera para poder generar en mí confianza en las personas que iban y venían a mi alrededor, sin embargo estaba seguro que no todas esa personas eran de confiar. Y me frustraba no saber quién era de confianza y quién no. Era agotador.
Miré con atención a los dos hombres enfrente nuestro, llevaban un maletín en sus manos que nosotros les habíamos entregado, Galip ni siquiera los despidió solamente terminó de contar el dinero con disimulo y se giró cuando se dio cuenta que allí estaba el dinero acordado, fue una clara señal para nosotros retirarnos también.
Ambos hombres se despidieron formalmente y luego se alejaron.
Miré en dirección del auto, cuando este comenzó a alejarse poco a poco hasta perderse por entre las carreteras hasta que fue imposible verlo.
—Ellos definitivamente acaban de irse.—soltó Unai con el rostro torcido en una mueca de alivio, simplemente lo ignoré y continué con mi camino— ¿A dónde vas?—volvió a preguntar, comenzó a caminar a mi lado derecho.
Lo miré de reojo, sentí todas las miradas sobre nosotros cuando comenzamos a caminar hacia el interior del edificio. Gael por su parte había preferido alejarse de nosotros e ir en su propio camino, miré de nuevo a mi hermano menor dándome cuenta que no tenía en su rostro la sonrisa que lo distinguía de nosotros casi siempre.
Miré con detenimiento todo el pasillo, sonreí para mis adentros cuando tuvimos la atención de todos sin embargo toda sonrisa que sentía tener desapareció cuando reconocí una cabellera rubia y otra pelinegra acercarse peligrosamente hacia donde estábamos Unai y yo. Él al igual que yo se mostró serio cuando ambas mujeres se hicieron enfrente de nosotros con grandes sonrisas.
—Los estábamos buscando—habló Greta con una sonrisa, mis ojos fueron hacia su brazo entrelazado con el de la pelinegra—, Zarah acaba de llegar de nuevo a la ciudad—su sonrisa cada vez se hizo más grande—. Y pensaba que podíamos ir a dar un paseo por la ciudad, con ustedes.
Me tragué todo lo que quería decir y enfoqué mis ojos en la pelinegra que tenía una sonrisa tímida en sus labios, en ningún momento dejó de tener sus ojos sobre mi. Me fue inevitable no querer regresarle la sonrisa, sin embargo fue Unai quien impidió aquello.
