«Congeláremos el infierno si eso es lo que quieres, lo quemaremos y encenizaremos si así lo deseas, pero no nos pidas que te excluyamos de el, porque ese es el lugar al que perteneces y pertenecerás siempre, Evania.»
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C A P Í T U L O "5"
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E V A N I A
Sentir la arena bajo mis pies era la sensación más fabulosa que había tenido en toda mi vida. Miré hacia el mar sintiendo como la fresca brisa movía de un lado a otro mi cabello, sonreí inconscientemente al experimentar todo aquello.
—La hemos perdido.—miré de reojo a Kala, estaba de brazos cruzados mirando al cúmulo de gente que había por doquier.
—Puedes quedarte conmigo—ofrecí, ella asintió con una pequeña sonrisa de agradecimiento—, además quedó más que claro que Haimi quería disfrutar de este día como si no existiera un mañana.
Kala carcajeó por la bajo.
No hace mucho habíamos llegado a la fiesta en la playa con el objetivo de celebrar y festejar las fundaciones de cada uno de los clubes. Por eso habían personas con chaquetas de cuero con sus animales representativos en la espalda por todos lados, incluso Haimi y Kala llevaban esas chaquetas que las representaba. Ese pequeño detalle logró incomodarme y hacerme sentir fuera de lugar pero lo dejé pasar sin prestarle tanta atención.
Antes de llegar a la fiesta estaba malgeniada, más bien, furiosa. Nuevamente había hablado con mi hermano solo que esta vez fue mi padre el que se hizo pasar por él, comenzó a decirme cosas bastante hirientes como por ejemplo el que yo era una desagradecida a la que ellos le habían dado todo y que eso para mi no era suficiente. Ellos no entendían que yo jamás les pedí lujos o algo material, lo único que siempre quise fue el amor y cariño de ellos, algo que jamás recibí porque según ellos mismos yo no era merecedora de eso, ni siquiera de su atención.
Cada palabra que soltó me lastimó bastante, tanto que lloré en silencio antes de que ambas castañas aparecieran en la puerta con una sonrisa.
—¿En qué piensas?—la pregunta de Kala me sacó de mis pensamientos, me giré hacia ella y solté un disimulado suspiro. Ella me regresó la mirada de la misma manera, como si quisiera analizar cada cosa que hiciera o dijera.
—En que la vida no es para nada fácil.—expresé bajando un poco la mirada siendo incapaz de decir esas mismas palabras mirándola a los ojos, sentí su cercanía. Solamente me quedé quieta mirando hacía la arena como si se me fuera la vida en ello.
—Y es verdad—añadió ella con un poco de dureza en su voz, recelo, lo pude reconocer—, la vida no es para nada fácil. En eso tienes razón, pero exactamente ¿Qué es lo que te atormenta?—con un poco de confianza agarró una de mis manos para llamar mi atención y así poder mirarla.
