«Congeláremos el infierno si eso es lo que quieres, lo quemaremos y encenizaremos si así lo deseas, pero no nos pidas que te excluyamos de el, porque ese es el lugar al que perteneces y pertenecerás siempre, Evania.»
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C A P Í T U L O "22"
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E V A N I A
Uno sabe cuando las cosas van mal, es casi parecido a un instinto o una corazonada que aparece de la nada, mi corazón me advertía sobre algo pero seguía sin lograr captar la indirecta.
—Marc—lo llamé esperando a que él se acercara.
Se había estado quedando en mi casa esta última semana, había curado mis heridas y había estado conmigo en todo momento. Se suponía que tenía a seis personas más a mi disposición cuando lo necesitara pero no fue así, fue tan sólo necesaria una llamada de parte de la tal Greta y los seis corrieron hacia ella. Me molesté por eso, no lo iba a negar.
—Dime.—dejó de lado las ollas y me miró con atención.
Algo en mi corazón me decía que algo andaba bastante mal, me coloqué de pie con un poco de dificultad puesto que aún me dolían bastante las heridas y quemaduras que había adquirido, mi hermano no había despertado, cuando lo hizo tuvieron que aplicarle un calmante que lo durmiera unas cuantas horas más, estaba próximo a despertar.
—Debemos irnos de aquí.—miré toda la instancia con cautela, me sentía observada, mi corazón seguía casi gritándome que algo andaba bastante mal.
Mis presentimientos siempre eran muy exactos, una habilidad que había adquirido desde muy pequeña, siempre logré desarrollar esa capacidad de saber qué andaba bien y qué no, y en este preciso instante no retaría mis presentimientos sino que cedería y haría caso a lo que mi corazón me advertía.
Marc frunció su ceño mirándome con desconcierto y cero entendimiento a mis palabras, me acerqué a él quedándome enfrente suyo.
—¿Por qué?—por instinto miró a su alrededor tratando de dar con algo, agarré sus manos entre las mías ganándome más su atención. Su mirada volvió a encontrarse con la mía—, ¿Qué ocurre?.
—Siento que algo anda muy mal aquí, debemos irnos y llevarnos a Evan—expliqué mirando la puerta de la habitación donde mi hermano se encontraba—, compraré otro departamento pero sé de antemano que debemos irnos de aquí.
Marc me miró con fijeza, quizá buscando algo en mi rostro, cuando terminó su escrutinio asintió y no dijo nada más. Ambos nos acercamos a mi habitación y comenzamos a empacar solo lo necesario, lo primero que hice fue guardar todo el dinero y el testamento de mi abuelo que me serviría en unos cuantos meses, Marc me ayudo con cosas básicas, ropa, y otras cosas más.
