«Congeláremos el infierno si eso es lo que quieres, lo quemaremos y encenizaremos si así lo deseas, pero no nos pidas que te excluyamos de el, porque ese es el lugar al que perteneces y pertenecerás siempre, Evania.»
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C A P Í T U L O "21"
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E V A N I A
—Evan—susurré el nombre de mi hermano mirando a los lados del pasillo, no lo encontré—, ¿Evan, dónde estás?—volví a cuestionar al aire tratando de dar con él pero seguía sin encontrarlo, un poco frustrada comencé a caminar por el pasillo, y fue hasta llegar al final cuando escuché un poco de ruido en toda la casa—, ¿Evan?.
Asome mi cabeza por el marco de la puerta, jadeé en un susurro al ver la escena enfrente mío.
Mi hermano desnudo, cinco niños más con él alrededor suyo de la misma edad, varias mujeres y varios hombres alrededor de ellos mirándolos de una manera que me era incómoda.
Mi padre se acercó a un hombre y le susurró algo que pareció hacerlo sonreír, no dejaba de mirar a mi hermano como si fuese su única presa, fruncí mi ceño, decidí dar dos pasos atrás cuando mi padre miró en dirección de la puerta pero no encontró a nadie o sea a mí, recordé las palabras de mi tía Emma, «Cuando veas algo en tu casa que te incomode no lo pienses y llama a la policía, llama al 911, no lo pienses, podrías así salvar la vida de miles. Cariño» Decidí atender sus palabras, le haría caso a mi tía.
De puntillas caminé hacia la sala que casi nadie nunca ocupaba, allí había un teléfono que podría usar.
Llevé el teléfono a mi oreja y marque el número que me había dicho mi tía, ¿Qué le diría a la persona que contestara?, no lo sabía, mi corta edad no me dejaba planear todos esos aspectos al mismo tiempo.
—Buenas noches habla con el 911 por favor comunique su problema.—reconocí la voz de una mujer al otro lado de la línea.
Me encogí en mi sitio cuando sentí que algo andaba mal en mi casa así que me apresuré a hablar.
—Hola—hablé, mi voz de manera inconsciente salió en forma de un susurro.
—¿Cuantos años tienes, cariño?—me preguntó la misma mujer.
—Ocho—contesté del mismo modo—. Mi tía me dijo que cuando sintiera que algo anduviera mal llamara a este número, eso hago.
—¿Qué es lo que anda mal, cariño?—inquirió de manera suave.
De cierta manera la tranquilidad en su voz me relajaba.
—Es que... mi hermano está con otros niños, están desnudos en la oficina de mi padre y ahí hay hombres y mujeres grandes, la forma en que los miran me incómoda.—admití en un susurro.
—¿Y sabes donde vives, cariño?—pude notar el cambio del tono de voz de aquella mujer, parecía... alterada.
—No, pero tengo un papelito donde lo dice.—leí la dirección al pie de la letra esforzándome por no equivocarme.
