«Congeláremos el infierno si eso es lo que quieres, lo quemaremos y encenizaremos si así lo deseas, pero no nos pidas que te excluyamos de el, porque ese es el lugar al que perteneces y pertenecerás siempre, Evania.»
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C A P Í T U L O "17"
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E V A N I A
Desperté desorientada, abrí los ojos y repasé todo el sitio con la mirada hasta que reconocí que era mi habitación, fruncí mi ceño sin saber con exactitud cómo había terminado allí hasta recordé lo de la noche anterior.
«—¿Nos dirás qué te sucede?—me preguntó suavemente el mayor de ellos, yo negué con la cabeza ganándome un suspiro de su parte—, Evania, para saber cómo ayudarte debemos saber qué es lo que te ocurre.
—No...—murmuré.
—Está bien—dijo en medio de otro suspiro—, duerme si quieres hay un poco de tráfico.»
Miré a mi alrededor nuevamente expectante por si veía a alguno de los Turcotte, pero no fue así, ninguno de ellos se encontraba en la habitación lo que me calmó un poco. Me coloqué de pie, en el camino hacia la puerta me puse unas pantuflas para poder resguardar mis pies del frío, abrí la puerta de la habitación y me sorprendí por escuchar como algunas cosas eran movidas en la cocina, con cautela me acerqué hasta que pude ver quien era la persona que se encontraba moviéndose con confianza en mi cocina.
Unai.
—Pensé que no había nadie.—hablé en voz alta, él se giró y me miró con una pequeña sonrisa a la vez que se acercaba a mi.
—Creía que dormirías aún más, se te veía cansada—sin esperarmelo colocó una de sus manos en mi mejilla y comenzó a acariciar el contorno de mi rostro—, sigues sorprendiendome Evi.
Fruncí mi ceño al escuchar de nuevo aquel apodo, ya no solamente era Galip el que lo decía sino que también se le habían unido todos sus hermanos sin embargo había algo en la forma en la que lo decían ellos que no me molestaba para nada que me dijeran de esa forma.
—¿Qué hacías?—miré con curiosidad lo que estaba cocinando, además de algunas cosas esparcidas por toda la isla de la cocina, me miró un poco avergonzado al darse cuenta de que mi ojos repasaron un poco el desorden, aún así no le dije nada al respecto—, más bien, ¿Qué cocinabas?
—Estaba haciendo una sopa para ti, es una receta familiar que siempre nos hacía nuestra abuela cuando estábamos tristes—explicó con una pequeña sonrisa de nostalgia—. Pensé que te subiría el ánimo, pero ya te has dado cuenta de que mis dotes no son específicamente culinarios.—se burlo de sí mismo.
Me reí en compañía de él.
—No importa, seguramente sabrá espectacular—opte por tomar asiento en una de las sillas que habían enfrente de la isla de mármol—, ¿Y estás solo tú aquí?.
