Miró sigilosamente el espacio detrás del hombre, era muy oscuro, había un pasillo largo y estrecho y al final solo una pared. Después notó unas ligeras luces, casi como chispas diminutas que parpadeaban en un zigzag cada dos segundos sobre ella, unas personas salieron desde la dirección en la que salía la luz, pasaron la puerta, el hedor picante a alcohol, la charla patética y sus movimientos inestables señalaron con facilidad su ebriedad, pero había algo más, la chica masticaba como cabra  y el chico sostenía una copa que luego arrojó a la pared como si nada, los dos rieron como tontos y terminaron por esfumarse.

Luces, comida y alcohol.
Un snack-bar clandestino.

El hombre de dos metros gruñó esperando una respuesta.

—¡Vanessa! Soy la nueva.—contestó apresuradamente.

¿Vanessa? Dios qué imbécil.

Ahora solo era cuestión de que el guardia se lo tragara, y rezó por ello.

—Llegas tarde, no vuelvas a hacerlo, el jefe les descuenta cada minuto.—le señaló un reloj gigante en su muñeca y se movió a un lado.

—Sí señor.

El vigilante agitó la mano hacia adentro, ella asintió y pasó clavándose las uñas en las palmas, no sabía en qué se estaba metiendo, pero ese lugar le daba muy mala espina.

Escuchó el sonido de la puerta de hierro cerrarse a su espalda, restando la luz del callejón la  visibilidad era escasa, el pasillo era más largo de lo que se figuraba desde la entrada, las luces en la pared se volvieron más intensas, su oído fue reconociendo diferentes ruidos, música techno, gritos y quejas sexuales de todo tipo, se hacía más fuerte mientras se acercaba, hasta que llegó al final, había una puerta ligeramente abierta, cuando la impulsó hacia adentro, era otro mundo después de la oscuridad.

Las luces de distintos colores apuntaban a todos lados, la música palpitaba en el cuerpo, tanto que daba escalofríos, habían tres barras de bares, derecha, izquierda y una en un espacio superior dejando una pista inmensa en el medio de éstas. Todo era más grande de lo que había pensado, la única escalera que conducía al segundo piso estaba hasta el final, parecía  una extensión del primer nivel, habían más barras y una pista, pero no todo se visualizaba desde abajo, lo único que pudo notar fue un lado  de una pantalla enorme, un escenario y unos adornos muy raros que parecían jaulas de aves de tamaño humano, el tercero supuso que era un almacén o un área de guarnición, era más privado y cerrado, no tenía pistas ni barras, solo habían muchas puertas cerradas con pequeños letreros que no distinguió por la distancia.

Pero lo más desconcertante era la multitud de personas que había allí, podrían ser cientos, en su mayor parte en las pistas, encontrar a Demmy no sería tarea fácil.
Avanzó a empujones entre el tumulto, era una desastre,  la gente estaba como loca, una chica casi le vomita los zapatos, se movió y sintió que una mano halaba su muñeca, por un momento pensó que era Demmy, pero no era el caso.

Era uno de los tantos tipos raros  que habían allí agitando  una cartera de cuero ante sus ojos. Luego notó la chica de ojos rojos  con un delineado fatal y una minifalda que dejaba ver su tanga y no dejaba de besar el cuello del extraño.

—¿Estás disponible, bonita? tengo cien dólares, tú y ella ¿Va?—el hombre abrió la cartera y sacó dos billetes de cincuenta, la chica pensó que arrebatarle uno sería buena idea, pero él movió la mano y le dio un golpe brusco en la cara que la arrojó al piso.

Alaya se repugnó y los perdió de vista entre la gente lo más rápido posible.

¿Pero a qué se refería ese hombre?
No tuvo tiempo de pensar, sintió la vibración de su teléfono en su chaqueta, lo rebuscó, era un mensaje de Rowly.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Where stories live. Discover now