VII

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Victoria perfeccionó su caza con más decenas de malhechores. La sangre inocente, se juraba a sí misma, jamás pasaría por su garganta. Victoria, sin embargo, tuvo ahora crisis emocionales, más que existenciales, porque ahora ya no se reprochaba su misión en la vida, sino que se sentía culpable por tantos estragos que provocaban sus acciones. Por estas razones, Sathiel y su aprendiz volvieron a alimentarse de animales. Además, sus peripecias comenzaban a llenar las carátulas de los periódicos.

      Se alejaron también de Northumberland y regresaron a Blackfort, donde Sathiel recuperó el Sabadvagión, tal y como lo había dejado. Y Victoria, que ya había ganado su confianza y lealtad, tuvo la oportunidad de explorar el grimorio, y Sathiel se henchía de gozo por ver cómo aquella pasaba las páginas. El Maestro le explicó que, como era digna, tenía derecho al catálogo básico de hechizos y maldiciones que allí se describían. Victoria podía ver cada uno, llevarlos a cabo si quisiese.

      —Zellem es el más generoso de todos los dioses —decía Sathiel—. Él da, tú le das, y todos son felices; no hay truco detrás de esto. No es como el demonio vulgar al que los cristianos temen.

      —Quisiera aprender uno de estos conjuros para ver si puedo realizar mis planes.

      —Ya te he dicho que no podría ser posible. Allí encontrarás perfidias, maleficios, y solo los llevarás a cabo con magia roja. Es magia de sangre, la más peligrosa de todas.

      —Oh, Maestro. Es increíble tanto poder.

      —Lo sé. —Le arrebató el Sabadvagión—. Pero no dejaré que te consuma. Veo que te está tentando, y si Él lo ve así, podría quitarte la dignidad, y esto me afectaría a mí también. Pongámonos a trabajar, aprendiz mía. —Guardó el grimorio detrás de una tabla, en el empapelado roto de la cabaña—. Ahora, ¡regla número siete!

      —¿Cuál es esa regla?

      —Seguro habrás oído que un vorlok puede materializar sus sueños.

      —¡Sí! En algún lado.

      —Bueno. Yo le llamo la emanación. Si un vorlok está excitado, enamorado, triste, lo que sea, mientras sus emociones sean intensas y sinceras, podrá crear una realidad en su entorno, un mundo inmaterial diseñado por su mente, y que no tendrá incidencia en el mundo real, aunque podrá manifestarse con una apariencia auténtica. Algunos vorloks, que ya dominan la emanación hasta el máximo, han sido capaces de activarla sin la necesidad de sentir, y han podido utilizarla para manipular, engañar o defenderse de los mortales. En tales casos puedes emanar tus sueños hacia los de los mortales, y, en más raras circunstancias, tienes la posibilidad de meterte en la mente de tus presas. Aun así, debo destacar que es muy complicado llegar a este punto de dominación; primero tendrías que controlar tus propios pensamientos.

      —¡Oh, no! ¡Es imposible para mí controlarlos!

      —Pero no te preocupes, que las personas que suelen ser... no sé cómo decirlo, más atraídas por su interior, por su propia cabeza, tienden a crear mejores mundos. ¿Sabes por qué, por naturaleza, los vorloks podemos hacer algo así?

      —No, ¿por qué?

      —Nosotros fuimos creados como demonios íncubos o súcubos, cuya meta era ultrajar a sus víctimas, en especial aquellas que duermen, para que pudiéramos esparcir nuestra plaga. Como nuestra conversión es decidida por Zellem, y como este simple detalle nos tiene casi siempre a las puertas de la extinción, Él nos dio la posibilidad de reproducirnos gracias a los mortales.

      —Vaya...

      —Así es... Con esta habilidad somos como serpientes de cascabel que pretenden a sus víctimas con sonidos amables, divertidos, y que las poseen con estilo, ya sean hombres o mujeres. Nuestras crías, por así decirlo, se convierten generalmente en vándores, pero si el niño goza de cierta dignidad, Zellem puede volverlo uno como nosotros. Y agrego: los vándores también tienen esta habilidad, pero ellos las usan más como para atormentar a quienes les fastidiaron la vida, de algún modo. Por esto son peligrosos incluso para nosotros. De ahí la importancia de cortar cabezas.

Bloody V: Réquiem de Medianoche ©Where stories live. Discover now