XIV

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La historia de Demian Bathalpath.

—Como sabrá, señorita Victoria, soy un vorlok nacido: en nuestra cultura esto quiere decir que he heredado la maldición. Nosotros somos también seres humanos, si se nos puede llamar así, pero tenemos la peculiaridad de que nuestro linaje fue fundado por un hechizo que no es posible de romper. Desconozco si los demás vampiros que hay en la literatura o en el mundo real escondiéndose por ahí, hayan empezado como parte de un conjuro; sin embargo, en nuestro caso, sí que es así. Y nosotros, mi familia nuclear, éramos gente común que se ocultaba de la población en general, mientras luchábamos como cualquier criatura de la Tierra por sobrevivir.

      »Nuestro nombre como raza proviene del verislavo medieval: «svorok», que significa «eterno». Hay tres maneras de alimentarnos: de la sangre de los adultos podemos obtener un día entero de saciedad, para luego volver a la necesidad de buscar a otra persona; de los animales, desde las ratas hasta una vaca, su vitalidad nos puede satisfacer tanto como una persona, pero la energía de estos no crea de la misma manera el éxtasis que uno siente al morder a un humano; y por último están los niños, señorita Victoria, lamento decírselo, pero estos, al ser criaturas de emociones tan vívidas y puras como el miedo, se convierten en un alimento muy fuerte, oloroso y lleno de placer. No hay una sensación tan intensa como absorber la sangre de un infante, a no ser el sexo mismo, pues nosotros, respaldados por el mismo conjuro, tenemos la habilidad de complacer y obtener una reciprocidad exquisita a cambio. Pero nosotros no buscamos a los niños por el placer, como un hedonista a sus gozos. Mi raza codicia la sangre infantil porque es capaz de darte más horas, e incluso noches enteras de saciedad y poder.

      »Aunque, señorita Victoria. —Se giró para verla, muy serio—. Hay un detalle que hace que este conjuro sea más que una maldición, y cuando lo digo así no me refiero a que vivir por siempre sea un castigo, sino el hambre, el eterno vacío que nos consume por dentro, la sensación de buscar algo que nunca se puede hallar. Para entenderlo, figúrese un hilo del cual pende una carne, y que obliga a una bestia hambrienta a seguirla por la eternidad, sin la capacidad de conseguir ese trozo de comida. Y se supone que, si padecemos esa hambre, dentro de veintiocho horas seríamos consumidos por una llama a la que conocemos como la Flama de la Perdición. Usted tal vez vea tanto dolor y se pregunta: «¿por qué no esperan solo a que el fuego los asesine y se olvidan de todo?». Es comprensible, sí, pero la muerte no es una opción. Como lo he dicho, estamos condenados al deseo y a deambular como si fuésemos muertos en vida que, en cierta manera, sí lo somos.

      —Oh, señor Bathalpath. ¡Nunca pensaría algo así!

      —Y se lo agradezco. —Volvió al facistol y contempló aquello con los ojos llenos de ensoñación—. Así que mi familia; mis padres, mi hermano y yo, huíamos de la maldición, de las malditas veintiocho horas, de los cazadores y del sol. A menudo nos ocultábamos en las arboledas de un valle llamado Ovcenia, en Verislavia, en donde podíamos encontrar ovejas al por mayor. Los campesinos hallaban a sus rebaños acabados sin podérselos explicar y lo atribuían a las Leyendas Antiguas o a las pestes. Incluso nos llegaron a llamar la Peste Mayor.

      »Ovcenia, en el corazón de la nación de las flores, es un sitio que toma su nombre de las propias ovejas. Es una palabra verislava que significa sin más: «Lugar de ovejas». Son campos de hierbas altas, en las que se puede correr con gran dicha; y estos, a su vez, están rodeados por montañas y colinas que parecen una pintura. Bajo un cielo despejado, estrellado y negro, la hierba se convierte en el mar, y es como si se pudiera caminar sobre el agua. Ovcenia le debe la imagen a nuestra bandera y la identidad a nuestra hermosa nación. Para mí había sido lo más cercano a un hogar, a un paraíso nocturno. Vivimos allí durante muchos años. Tenía yo apenas cinco años, y mi hermano unos cinco más. Los árboles nos proveían de algunas frutas, que también podemos comer por gusto, y recorríamos de granja en granja para recolectarlos. La capital, homónima, un pueblo rodeado por un hermoso río, y cuya entrada es a través de un puente, era durante las noches un sitio que recorríamos en contadas ocasiones para apoderarnos de varios niños, una tarea que Nikolas y yo despreciábamos, a pesar de que nuestros padres lo disfrutaban.

Bloody V: Réquiem de Medianoche ©Where stories live. Discover now