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Mía llegó a West Valley High, adentrándose en sus pasillos buscando la relación de lockers para ver a donde se localizaría ese semestre. Tomó una fotografía del listado en su celular y se dirigió a donde se ubicaría esa ocasión, subió la escalera e iba viendo a su alrededor, no se le acercaban, prácticamente ni siquiera la tomaban en cuenta. Mía iba distraída escuchando música en su teléfono y actualizando sus playlists, solo saliendo del "trance" al sentir que alguien había chocado con ella; cuando se giró, vio a un chico más o menos de su estatura, cabello castaño rojizo y ojos azules; el cual solo desvió la mirada al darse cuenta que ella le hablaría; como si se preparara para recibir algún insulto o agresión. Pero ni siquiera alcanzó a decir nada, ya que al momento, otro chico; alto y de cabello negro lo jaló hacia él y se perdieron entre los alumnos, solamente alcanzando a oír que le decía que tuviera cuidado, pues había oído que la madre de esa chica podía desaparecerte como en las películas de mafiosos.

Mía rodó los ojos al escuchar eso, sabía quiénes eran ese par. Iban con ella en algunas clases el semestre anterior, y los molestaban demasiado, aún sin tratarlos ni haberlos tenido de cerca; podía llegar a decir que en lo que cabe, le agradaban. Los había llegado a escuchar platicar y sonaban como chicos agradables sabiendolos tratar.
Llegó al que sería su locker ese semestre, revisó el listado de asignación y... brillante. Mejor compañía no podía tener. El locker de junto era de uno de esos chicos que molestaban a todos y, del que había prevenido al chico nuevo que había intentado hablarle por la mañana. Al otro lado, era el chico de la playera de pelo negro de minutos atrás, vaya compañía.
- oh, vaya cosas. No sé si sentirme feliz y a salvo, o preocuparme por mi vecina de casillero, Eli- protestaba  el pelinegro mientras comprobaba la combinación de su locker un par de veces antes de dejar sus libros y dirigirse a su clase. El otro chico solo la miraba como un gatito asustado, con sus enormes y adormilados ojos azules, cruzaron miradas unos segundos, hasta que se alejaron del lugar, aparentemente para buscar el casillero del chico de esa apenas visible cicatriz que, de no ser por que intentaba ocultarla a toda costa, ella no se hubiera percatado de la misma. Mía repitió la acción de aquel chico que la veía como una suerte de guardián por el hecho de que todos le tuvieran miedo a ella por aquel estupido rumor. Dejó sus útiles, una pequeña bolsa con artículos personales y un sobre con algunos dólares de reserva para emergencias. Cerró el casillero para probar la combinación, dirigiéndose a clase al fin.

Mía entró a su salón y, como cada semestre, se sentó en la parte medial de este, no estaba tan atrás como si no le importara, ni tan enfrente como los lame suelas que se sentaban al inicio de las hileras. Era perfecto.
Dejó su mochila junto a ella y siguió cambiando su playlist en lo que sonaba el timbre y comenzaba la clase.

Justo al finalizar la canción, sonó el timbre que indicaba el inicio de la jornada escolar y del semestre; la primer clase en la orden del día, algebra. Vaya comienzo, al menos en esa clase no había trabajos en equipos, no habría exposiciones ni cosa parecida. Solo serían ella y sus preciados libros; si, a Mía le gustaba leer, pero... no era todo. Le gustaba y emocionaba la idea de maquillarse, la moda, todas esas cosas que se supone debería hacer con mayor libertad a su edad, pero "por órdenes del estado mayor" entiéndase su madre, solo se limitaba a un poco de rímel, rubor y brillo labial. No más.

El profesor comenzó por presentarse y, para suerte de Mía, no era afecto a la clásica dinámica de ponerse de pie, y presentarte. Justo empezaba a explicar su mecánica de evaluación cuando llamaron a la puerta; quién podía ser el atolondrado que llegue tan tarde a clase? 5 o 10 minutos era aceptable, pero tres cuartos de hora ya era una majadería.

-b-buen día... disculpe... soy nuevo aquí y... me... esta clase...- dijo el chico recién llegado entre titubeos entregándole unos papeles al profesor, apenado por el atraso y nervioso por todos los pares de ojos que se posaban sobre él.

- está bien, joven Diaz... siéntese... allá. Srita. Hawtorne, por favor, ayude a su compañero a ponerse al día con mi modo de trabajo y evaluación.
- ...
- srita. Hawtorne...
-ehm... si, profesor. Yo me encargo.

- wow. Mi vecina y ahora compañera de clase, creo es una buena señal- comentó el chico, animado, tratando de hacer sonreír a Mía, a  la vez que escuchaba cuchicheos sobre que no la soportaría o compadeciendo al chico nuevo por tener que pasar tiempo con ella.
- te presto mi libreta al final del día, me la devuelves mañana. Bien?- dijo Mía, en tono mandón
- y por qué no mejor vienes a mi casa y me ayudas? O... yo a la tuya. Digo, son unos metros lo que nos separa y; a mi mamá y mi abuela les alegraría ver que ya empiezo a hacer amigos...- explicaba el trigueño, emocionado, con una sonrisa dulce en la que destacaba su ortodoncia
- que ya tienes... qué?
- una amiga...
-alto alto alto, vecinito. En qué momento dedujiste que éramos amigos? Hagámonos un favor y dejemos todo esto como algo meramente académico, te parece? Evitemos malos ratos... me lo agradecerás luego- respondió Mía, secamente.
- por qué eres tan seria? Y... y seca...
- no soy seca, solo... quiero estar a salvo, ok? - se explicó ella, aunque, había algo diferente en su voz. A la perspectiva de Miguel, Mía tenía la voz algo llorosa, conclusión? Ella estaba herida y... tenia miedo, miedo a que le pasara otra vez.
En vez de alejarse, había logrado lo contrario. Querer saber más de ella y devolverle la sonrisa. Quería conocerla de verdad.




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In Your Arms (Miguel Diaz/Cobra kai)Место, где живут истории. Откройте их для себя