57 · hermano

86 8 7
                                    

Soojin

Con la ropa ya puesta, me acerqué a él, besando su frente antes de acariciar su pelo alborotado. Esbozó un pequeño quejido, sin dejar de dormir.

—Lo siento —murmuré, antes de volver a besar su cabeza.  Me sentía fatal pero, por una vez sabía que aunque doliera, era lo que debía de hacer.

Muy a mi pesar, porque no quería marcharme de allí de esa manera y menos, cuando Seungwoo me había dado tanto, sabía que era lo que debía de hacer, lo que estaba correcto. Él me había aceptado tal y como era, con mis problemas, con mis inseguridades, con mi indecisión, con mi confusión... Sentía que, si no podía pagárselo queriéndole porque me era imposible, lo más justo era dejarle ir, y dejar que fuera feliz y que pudiera hacer feliz a cualquier otra persona. Él no se merecía que yo siguiera a su lado, que siguiera siendo una maldita egoísta. No podía seguir haciéndole daño y, no quería seguir haciéndolo.

Dejé una nota sobre la encimera, al lado del desayuno que le había dejado preparado y salí de allí marchándome lo antes posible con la excusa de que tenía otras cosas que hacer.

En el trayecto a mi piso, me sentí como una idiota de remate y lo único que quería hacer, era huir hasta casa de alguna de mis amigas o mi madre, para que me ayudara a salir del bucle en el que me encontraba. Pero, decidí, que así nunca cambiaría.

Que debía de dejar de huír hacia los demás para que me ayudaran a seguir adelante.

Tendría que empezar a luchar por mí misma de una vez por todas.

Solo entré en aquel piso que ya de por sí me parecía inseguro pero, que desde el día anterior, más, para dejar mi bolsa con las cosas que había llevado a casa de Seungwoo. Con la misma salí, sin coger el coche, paseando por las calles de Gwangju sin rumbo con la intención de ver si de alguna manera, podía despejar mi mente y ordenar mis pensamientos.

Pero parecía que mi cabeza no podía parar de darle vueltas a todo y sentía que podría explotar en cualquier momento.

Me acerqué a uno de los puntos más tranquilos de esa zona centro: un pequeño puente donde cruzaban los coches y daba al lago. Apoyé las manos sobre la barandilla, observando la tranquilidad del curso del río. Algunas personas que parecían turistas extranjeros, caminaban por allí, hablando animados, impresionados por las vistas, otras que sí que parecían coreanos que vivían allí, solo tenían prisa para llegar a sus destinos o pasear con normalidad una mañana de sábado.

Cerré los ojos, dejándome llevar por la brisa marina, intentando respirar tranquilamente para relajarme. Inspira, espira, inspira, espira,... En cierto modo, ese ejercicio, parecía estar ayudándome bastante para calmar mis pensamientos y los desbocados latidos de mi corazón que no parecían darme una tregua esos días.

¿Cómo debía de sentirme al respecto de todo lo que había hecho? Solo de pensar en el mucho daño que le había hecho a Seungwoo, apenas podía respirar. Él, simplemente, me había querido con todo, se había esforzado por acercarse, por conocerme, por aceptarme, por esperarme, por quererme... Y yo, ¿qué había hecho? ¿Seguir siendo una inútil que no podía valerse por sí misma? ¿Que era incapaz de acabar con las heridas que estaban clavadas en su corazón?

¿A quién quería engañar? Aquel corazón que representaba el mío, atado aún a enredaderas con espinas no era cosa del pasado, eran mis sentimientos del presente. Era esa sensación que tenía de que aún seguía atrapada, atada a él. Atada a lo que sentía por Hoseok y, de alguna manera, parecía que aún en ese instante, teniendo claro que debía de dejar a Seungwoo y ordenar mi vida, aún no quería aceptar que seguía queriendo al padre de mi hija como si no hubieran pasado dos años desde que no estábamos juntos.

HOPE ━ j. hoseokWhere stories live. Discover now