20 · la verdad no contada

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—¿Qué es esto? —Preguntó mi madre con preocupación. Aparté la mirada.

—Es una carta para que sepas que han recibido el parte que firmaste y que, si me comporto adecuadamente hasta final de curso, me retirarán la falta leve —le expliqué bajo su atenta mirada.

Esbozó una expresión de pequeño disgusto mientras observaba el sobre verde oscuro con el símbolo de la escuela. Sentí una punzada ante el hecho de poder decepcionarla. Uno de mis mayores miedos era ese, decepcionarla, tanto a ella, como a mi padre. Quería cumplir sus expectativas, recompensar todo el esfuerzo que hacían cada día para que yo pudiera ser alguien. Pero a veces parecía que se me iba todo de las manos y terminaba haciendo completamente lo contrario.

Tomó asiento en la mesita que se encontraba en la cocina, la imité, intentando descifrar cuál sería su siguiente acción. Podía intuir que no sería nada bueno y me lo merecía. El brillo de sus ojos me dejó helado y temblé en el sitio.

—Mamá —agaché la cabeza mirando el movimiento nervioso de mis piernas. Ella dejó el sobre a un lado—, creo que...

—Necesitas ayuda, ¿verdad? —Alargó el brazo para tomar mi mano, entrelazando nuestros dedos. Una corriente de calidez recorrió mi cuerpo y levanté la cabeza encontrándome con su mirada.

A pesar de que parecía estar totalmente preocupada por mí, reflejaba confianza y cariño.

Asentí ante su pregunta.

—Solo hay que ver tu comportamiento para deducirlo, de mí no te puedes escapar —dijo, con tranquilidad, utilizando ese tono de voz que siempre lograba calmarme.

Sonreí de lado porque tenía razón.

—¿Qué es lo que te preocupa, Hobi? —Respiré hondo, sintiéndome un poco más relajado ante ese apodo cariñoso que apenas ya no escuchaba porque estaba muy lejos de la realidad actual.

Hacía mucho tiempo que había dejado de ser la esperanza de la familia.

—Puedes confiar en mamá, soy tu psicóloga personal.

—Lo sé, solamente, no quiero cargarte con más problemas, ya tienes suficiente con tu propio trabajo, con los pacientes a los que tratas, los grupos de apoyo, que ni Jiwoo ni papá estén aquí... Es injusto que yo siga añadiendo más.

—Pero eso no quiere decir que te encierres en ti mismo por no "añadir más" —hizo comillas con sus dedos—. Cariño, desde que tengo conciencia decidí que iba ayudar a los demás, fue mi propósito desde siempre y mi elección. Para mí no es una carga.

—Pero estás agotada...

—Por favor Hoseok, escucho a personas que ni siquiera conozco, ¿cómo no voy a escuchar los problemas de mi hijo? —Preguntó, molesta por mi actitud—. Necesitas esta conversación, hace tiempo que vives metido en tu mundo y no es bueno cuando ahora mismo lo vuelves a tener repleto de monstruos acechándote.

Cerré la boca, cabizbajo.

—Ahora vas a hacerle caso a tu madre y vas a decirme qué es lo que te preocupa. No voy a permitir que sigas así.

Se hizo el silencio entre nosotros. Levanté la cabeza, encontrándome esta vez, con una grata mirada de preocupación. Suspiré. No sabía de dónde iba a sacar la fuerza de hablar. Pero tenía que hacerlo. Respiré hondo.

El verdadero motivo por el que me encontraba de esa manera fue la presencia de aquella foto que había recibido por parte de Soojin semanas atrás que me hizo replantearme verdaderamente toda la situación que estaba viviendo.

Era una foto inocente, hecha a otra revelada en papel. En ella yo era el puro protagonista de la historia, brillando como una pequeña estrella sonriente, llenando de luz a todo aquel que se pusiera en mi camino. Mi madre decía que ese era mi mayor poder; ser la esperanza de los demás, de ahí había salido mi apodo. Llevaba en mi cabeza una pequeña corona dorada y, enfrente de mí, tenía un gran camión de mi color favorito. Era de mi sexto cumpleaños, quizás, el más recordado por mi memoria.

HOPE ━ j. hoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora