19 · realidad

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Aquel día se había parado el mundo ante mí, pensando que sin dudarlo, terminaría perdiendo todo en lo que me había esforzado desde que tenía consciencia. Recordaba las caras de mis compañeros, cerniéndose sobre ellos aquella sensación de total asco ante mi existencia y, realmente, les entendía. Podía entender el asco que me tenían, porque yo, también me lo tenía.

Nunca podría borrar de mi mente la expresión de Namjoon, casi como si pudiera sentir el ápice de decepción en su mirada. Pero sobre todo, no podía eliminar mi acelerado corazón ante la mirada de Soojin, perdida, oscura.

Parecía que le había arrebatado toda la felicidad y, realmente, en ese instante, deseé morirme con todas mis fuerzas. No me merecía estar vivo, no me merecía tener al lado a Namjoon, a Yeonji pero, sobre todo, no merecía tener a mi lado a Soojin.

Temblé al saber que ese, había sido el último movimiento de mi jugada. Por aquel entonces, no era más que un necio que no sabía jugar y, el señor Kim, había aprovechado mi necedad para hacerse con el trono. Y en parte, me merecía ese final. Me merecía terminar de esa manera.

—¡A dirección! —¿qué?

Eso fue lo único que pude procesar entre toda la marabunta de miradas y de murmullos.

Recuerdo aquel intercambio de miradas con Soojin como si hubiera sido hacía dos días. Sus ojos brillaban, y no de aquella manera que tanto me gustaba. Brillaban porque quería llorar, yo le había provocado eso. Incluso, recuerdo perfectamente el tacto de sus manos sobre mi brazo, impidiéndome que me fuera de allí, que saliera rumbo a lo que sería mi fin, murmurando muchísimas veces un "no" como si eso fuera a impedir mi destino.

Y en realidad, por fin me había ganado aquello que siempre había intentado impedir, aquello en lo que había puesto mucho esfuerzo para que no pasara. Durante mi vida siempre me habían humillado las suficientes veces como para que no pudiera recordarlas todas. Había sido, aquel cojín de boxeo en el que todo el mundo podía dar sus golpes. Había aguantado la rabia de los demás sobre mí por ser distinto. Y me había prometido que no sería más así, en aquel instante donde todo el mundo excepto Namjoon me dio la espalda.

Pero era humano. Solo era un dichoso humano que cometía errores y, ese día, lo había cometido. Mi única meta era, llegar a demostrarle a todo el mundo que no se necesitaba dinero o estatus para estar allí, que cualquiera como yo podía ser algo. Que podía con la humillación, con las burlas, con el malestar, con los rumores y que, le demostraría a todos que podía ser alguien, que no estaba hecho para fracasar. Pero había hecho todo lo contrario.

La rabia se había apoderado de mí y no podía pensar en nada más.

—¿Estás bien? —Preguntó Namjoon, despertándome del ensoñamiento. Pestañeé varias veces, desviándome de aquel recuerdo que tanto me había esforzado en olvidar pero que la pesadilla de aquella noche me había hecho retomar.

Asentí ante sus palabras.

—¿Seguro? —Le miré a los ojos, descubriendo la preocupación en ellos, percatándome de que no persistía la decepción de aquella vez.

—Seguro —respondí, intentando sonar realmente convincente. Pero ni siquiera yo estaba seguro de estarlo.

Hacía bastante tiempo que había pasado aquel acontecimiento que marcó un antes y un después en mí, y en mi insignificante vida inconsciente en la que solo existía mi rabia y mi malestar por los demás. Aquel día, en el que marqué el principio de mi eterno enfrentamiento con el señor Kim que, dudaba que terminara en algún momento. Y si no lo hacía, era porque yo, no había sido capaz de aceptar la realidad que se cernía sobre mí. Porque era lo demasiado orgulloso como para aceptarlo.

HOPE ━ j. hoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora