28 · repetir

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Mi padre casi deja sin respiración a Soojin y no pude evitar sentirme un poco sensible ante esa imagen tan enternecedora. Sonreía abiertamente, cerrando sus ojos, acariciando con cuidado el largo pelo marrón de mi novia y ella le correspondía con la misma intensidad.

Adoraba ver que se querían tanto.

—¿Cómo estás, pequeña mía? Te veo alegre hoy a pesar de las ojeras que traes —indicó, agarrando sus hombros para mirarla a los ojos, marcando una pequeña distancia entre sus cuerpos.

—¡Sí! Lo cierto es que estoy muy feliz porque el examen me salió de maravilla —respondió a la pregunta de mi padre—. Y tú, ¿has podido descansar del largo y agotador viaje?

—¡Sí! —Respondió con la misma efusividad que ella, sacándole una pequeña carcajada—. Mi familia se ha encargado de devolverme las fuerzas que necesitaba —dijo, mirando hacia mí—. Qué, ¿cogemos sitio?

Ambos asentimos y nos dispusimos a sentarnos en una mesa cerca del ventanal, en el sitio que mi padre amaba escoger porque le gustaba distraerse y ver a las personas pasar por al lado de aquella pequeña cafetería del barrio a la que acostumbrábamos a ir. Él decía que era agradable ver la vida concurrir, imaginar que las otras personas también estaban pasando malos momentos o peores y, darse cuenta, de que había que comprender que no siempre era del todo fácil.

Y lo cierto es que llevaba razón.

Aquella cafetería era realmente pequeña y, desde que tenía conciencia, siempre había estado ahí, en el barrio. En muchas ocasiones, solía quedar con mis padres o mi hermana para comer porque los menús eran realmente baratos y apetitosos, las cocineras eran simplemente chefs de restaurantes de cinco estrellas escondidas en un comercio familiar. Era acogedora, de paredes marrones y en algunas partes, con ladrillos, mesas y sillas de madera del mismo color y, una amplia barra a juego. Nos sentamos de manera que quedamos Soojin y yo a un lado de la mesa, sentados contiguamente y, mi padre, en frente.

—Entonces por lo que veo, el examen bien, ¿no? —Preguntó, colocando su abrigo en la silla. Nosotros le imitamos, quedándonos solo con el uniforme del colegio—. ¿Era el de biología?

Asentí.

—Uh, Hoseok me ha estado contando que ese hombre es un hueso duro de roer, ¿verdad? —Esta vez fue ella la que asintió.

—Nos ha hecho la vida un poco imposible —admitió— pero, a la vez, no es que sea muy buena con la biología, así que ha sido diez mil veces peor. Gracias a Hoseok he podido ir aprobando durante todo el curso —miró en mi dirección antes de sonreír de lado.

—Es que él es un as de la biología, ¿eh? Desde pequeñito se le veía, le encantaba acercarse a los bichitos que habían por ahí y se preguntaba si serían muy diferentes de nosotros. La ciencia realmente le apasiona —apuntó sonriente.

—Tú tienes un poco de culpa de eso.

Y no era mentira.

Gracias a su empeño de sacarme de casa para ir al parque descubrí mi amor por los animales e insectos, acabando fascinado por la biología. Mi padre siempre fue un gran entusiasta de las ciencias también, por lo que no tardó en comprarme un libro con dibujitos que aún tenía guardado en una caja con cosas de biología que me hicieron un apasionado de ella. Así que en parte era un poco su culpa.

Le debía mucho y debía de admitir que yo era un gran niño de papá, por eso, su ida, me había dejado descolocado e incluso podría decir con exactitud, que todo se había torcido más debido a su lejanía.

Pero ahora que estaba de vuelta, no podía evitar estar muy feliz y, un poco mimoso por ello.

—Bueno, pero de manera positiva.

HOPE ━ j. hoseokWhere stories live. Discover now