21 · ¿vida perfecta?

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Soojin.

Temblé al sentir cómo su brazo rodeaba mi cuello atrayéndome hacia su cuerpo de una manera tan cercana que jamás había podido sentir. Plantó un beso sobre mi cabeza y sonrió, sonrió como si de verdad estuviera sintiendo todo ese orgullo que quería transmitir a los demás que nos veían, como si todo ese sentimiento fuera real. Y en el fondo, estaba deseando que así fuera.

—Es imposible no sentirse orgulloso por ella —mi corazón se aceleró ante esas palabras, nuestras miradas se entrelazaron. De mí salió una sonrisa que no pude evitar transmitir.

Porque en el fondo quería hacer como si todo fuera real, creérmelo por unos minutos en los que parecía ir todo bien.

—Es normal, pronto va acabar el instituto y es una de las mejores estudiantes —esbozó una de mis profesoras, que casualmente era la mujer de uno de los accionistas que allí se encontraban.

Aquel día, era la reunión de empresa de mi madre. Ella era dueña de una de las empresas más importantes de bienes de raíces de Gwangju, me atrevería a decir que, incluso, era una de las mejores de todo Corea del Sur. Se dedicaba a vender terrenos y edificios ya construidos de cualquier zona de la región, en especial, aquellos terrenos que se encontraban en la zona centro.

Mis abuelos no tuvieron hijos varones pero eso no fue un impedimento para que ella fuera la jefa de la empresa que había cambiado de generación en generación. Y me gustaba el hecho de saber que, aunque mucha gente creía que mi abuelo estaba loco por permitir que una mujer fuera la que llevara el mando, él nunca cambió su parecer y no se equivocó. Desde que ella había tomado la empresa había crecido como la espuma, parecía que mi madre había nacido para los negocios.

La reunión se realizaba en una de sus últimas ventas, donde se había construído un hotel lujoso de cinco estrellas que había crecido muchísimo en los últimos meses. Ellos mismos le habían ofrecido el salón de fiestas como agradecimiento a mi madre. Era enorme; compuesto por unas grandes lámparas de araña que iluminaban la zona, mesas blancas y redondas donde algunos invitados se encontraban charlando animadamente entre ellos, paredes blancas y rojas, suelo de moqueta de los mismos colores y una gran mesa llena de comida y bebida al fondo de la estancia. Y la verdad es que no esperaba menos de un sitio como ese ubicado en el centro de la ciudad.

El ambiente era agradable a pesar de todo, teniendo en cuenta que odiaba las reuniones de empresa de mi madre por el mero hecho de que siempre teníamos que actuar como si tuviéramos una vida perfecta que, desde luego, no teníamos. Pero, debía de admitir que, aunque odiaba fingir, a veces me gustaba imaginar que era real.

—Todos los profesores estamos orgullosos de su trabajo —sonreí de lado, observándola. Ella también parecía sonreír—. Es una prodigio en inglés.

—Eso es porque siempre vemos películas en inglés juntas —añadió mi madre, alargó su mano para entrelazarla con la mía.

Una sensación de afecto me invadió completamente, dejándome sin respiración, como si desde hacía años, estuviera esperando un contacto tan cercano como ese con mi progenitora. Un contacto que me indicara que era querida y que era afortunada de tener la familia y la felicidad que tenía.

—¿A que sí, cariño?

Me quedé en blanco ante la imagen que se había formado en mi mente: nosotras, juntas, compartiendo la misma manta blanca y mullidita de mi habitación, riendo agradablemente mientras nos hartábamos de chocolate y golosinas, hablando hasta las tantas sobre la película y, después separándonos con una enorme sonrisa sobre los labios de cada una.

Los latidos de mi corazón se aceleraron y por un momento llegué a creerme que todo aquello podría ser verdad, hasta que conecté mi mirada con la suya, con la de esa persona que aparecía en mi imaginación, compartiendo recuerdos conmigo, haciéndome caricias en el pelo y viendo una película absurda juntas. En ese momento, el golpe de realidad me aturdió produciéndome náuseas en el estómago.

HOPE ━ j. hoseokWhere stories live. Discover now