d i e c i s é i s

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Iris vio cómo Erik empezaba a descender lentamente, mientras no apartaba la mirada de ella. 

Ella ni siquiera se sentía capaz de pestañear. Ni siquiera respiraba. Pero es que para ella eso ya había dejado de tener sentido e importancia. No necesitaba el aire para vivir. Necesitaba a Erik.

Lo tenía delante de ella. Tenía delante de ella a una de las razones por las que no se había rendido desde que despertó en Polonia. Quien, indirectamente, le había dado fuerzas para continuar aun cuando creía que todo estaba perdido.

Había esperado con tantas ansias y durante tanto tiempo ese momento, que ahora le costaba creer que era real.  Que por fin lo tenía delante de ella después de tanto que habían sufrido. Que, simplemente alargando un poco la mano, podía llegar a rozarle.

El simple pensamiento de sus pieles tocándose de nuevo hizo que ella se estremeciese y sintiese sus piernas débiles. 

Repentinamente se sentía débil y con un gran dolor instalado en el pecho, como si una gran pieza que había desaparecido durante mucho tiempo volviese a su lugar.

Erik volvía a su lado. Volvían a casa.

Los ojos de él veían a Iris con total claridad, pero se negaba a creerlos. Su nariz era capaz de captar su olor, pero él mantenía que no era real. Su alma le gritaba que era ella, pero él se rompía en pedazos mientras, con sus últimas fuerzas, se repetía que no era real.

Erik había soñado durante muchas noches que volvía a tener a Iris junto a él. Había dolorosamente soñado que la tenía a su lado, mientras jugaba con Krysta en sus brazos. 

Había soñado que volvía a ser feliz.

Pero toda la realidad le golpeaba siempre al despertar. El dolor que sentía al darse cuenta de que nada había sido real y de que nunca volvería a ver a ambas era tan grande que Erik no era capaz de soportarlo. Era como volver a perderlas, como volver a darse cuenta de que se habían ido para siempre.

Era por ello que Erik ya apenas era capaz de dormir, pues sentía miedo de soñar con ellas y luego ver que la realidad era completamente distinta.

También, durante todo ese tiempo, se había estado preguntando un montón de cosas. Recordó cuando su madre murió, y comparó ese dolor con el que ahora sentía. Ambos habían sido tan intensos, tan desoladores que él había creído que no sería capaz de soportarlo.

Solo encontraba alivio de una forma. De la misma forma con la que siempre había sentido paz: con la venganza.

Infringiendo a los demás el dolor tan grande que él sentía. Haciéndole a los humanos sufrir del mismo modo que él lo estaba haciendo.

Pero ahora tenía a Iris delante de él. Se parecía mucho a sus sueños, por lo que tuvo que pestañear varias veces para asegurarse de que aquello era real. Para comprobar que aquello era la realidad.

Sin embargo necesitaba algo más para saberlo. Necesitaba tenerla con él de nuevo, pues todavía la sentía demasiado lejos. No dejaba de recordar el momento en el que había visto cómo la vida había desaparecido del cuerpo de Iris, y por ello tenerla de nuevo delante no hacía más que confundirle. 

Quería creerlo. Quería creer que ella estaba allí, pero le resultaba tan complicado...

Cuando finalmente Erik se posó en el suelo, quedó cerca de Iris, pero no demasiado. Ella sentía que sus piernas temblaban, pero seguía apoyada a la roca de atrás por lo que pudo mantenerse en pie. De todos modos, sentía que no podría mover ni un solo músculo.

La única parte de Iris que reaccionó fueron sus ojos, los cuales se aguaron al sentir tan cerca a Erik. En silencio, varias lágrimas corrieron por las mejillas de Iris, pero ella no se molestó en apartarlas. Respiraba agitadamente y la punta de sus dedos picaban por poder tocar a Erik, pero no se movió.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now