o c h o

4.5K 428 94
                                    

Dolor, dolor, dolor... eso era lo único que sentía.

Era tan intenso, tan profundo, tan desgarrador...

Incluso quería gritar, pero no podía. No podía hacer más que esperar a que todo aquello acabase.

Pero parecía no hacerlo. Parecía interminable...

Sentía que todo su cuerpo se descomponía: que cada trozo se separaba del resto; que se convertía en polvo y luego volvía a recomponerse.

Sentía calor, ardor por todas partes. Continuó así durante mucho tiempo. Luego, se volvió tan intenso que dejó de sentir.

Ya no había nada. Ni dolor, ni calor, ni rotura.

Pero ese momento de paz no duró demasiado tiempo.

Al poco rato, todo aquello volvió, con mucha más intensidad, sintiéndose como una sacudida en todo su cuerpo.

Casi parecía que no podría resistir por mucho más tiempo. Que al final se rendiría y dejaría el control al dolor para que acabase de una vez por todas. 

Y, aunque intentó que eso pasase, no lo hizo. No ocurrió nada de lo que quería porque no lo quería realmente.

Solo quería despertar de aquella infernal pesadilla y dejar de sentir dolor.

Solo quería vivir.

Pero ahora esa palabra parecía tan lejana. Era como si la vida estuviese a unos pasos, mirando cómo se retorcía de dolor y se riese de eso. Se carcajease por lo que estaba presenciando y no se acercase a ayudarle. 

Al lado de la vida se encontraba la muerte, la cual parecía acercarse cada vez más, mientras la vida se alejaba.

 Sin embargo, su alma parecía querer aferrarse con toda la fuerza del mundo a la vida, aunque el dolor pareciese insoportable.   

Aunque ya no le quedaban fuerzas para nada más, aunque todo parecía perdido, todavía había algo en su interior que le hacía resistir. Que le hacía aguantar todo aquello porque sabía que en algún momento acabaría.

Tenía que hacerlo.

Así que esperó. Esperó, esperó, esperó mientras se retorcía de dolor. Mientras gritaba sin que nadie le escuchase, mientras lloraba sin que nadie le viese. Mientras suplicaba sin que a nadie le importase.

Soledad. Eso era lo que realmente sentía. Y eso era lo que de verdad le dolía.

Ese dolor era mucho mayor que el físico que sentía. Esa sensación de soledad era realmente la que estaba creciendo en su interior, formando sus grandes, fuertes y altas murallas para evitar ser derrotada. 

Pero la soledad no había contado con algo. No había recordado que había algo mucho mayor que ella y era la esperanza.

Y en su interior ésta era muy grande. Tanto que parecía casi imposible. Tanto que para cualquier persona podría parecer una locura. 

Así que luchó. Se cansó de esperar y empezó a luchar. Lo hizo con todas sus fuerzas, con todas sus ganas. Con toda su esperanza de que aquello acabase.

Aquella batalla fue incluso peor que el dolor que sentía antes. Sentía que moría y volvía a la vida de la forma más dolorosa posible. Sentía tanto dolor que casi parecía inhumano.

Todo se volvió un caos. Todo dejó de tener sentido. Ya no veía nada, no oía nada. No sentía nada.

Todo estaba oscuro, frío, solo.

Y entonces Iris despertó.

Se sintió extraña al hacerlo. 

Sentía su cuerpo entumecido, rígido y adolorido.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now