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La habitación que había alquilado Erik era incluso más pequeña que en la que se habían quedado todos el día anterior. Sin embargo, para ellos dos estaba bien. No necesitaban nada más.

Lo primero que hizo Iris fue sentarse en la cama, dejando salir un largo suspiro. Después de haber pasado la noche entera sentada en la silla de su habitación, aquel colchón era como una nube. Escuchó que Erik cerraba la puerta, pero ni siquiera lo miró.

Echó su cuerpo hacia atrás, tumbando la parte superior de su cuerpo y notando una molestia en su costado. Pero no le importó. Cerró los ojos y antes de darse cuenta se había quedado dormida.

Cuando volvió a despertar, se sentía como nueva. El cuerpo ya casi no le dolía y sentía su mente despejada. Abrió los ojos lentamente, y al instante sintió el peso de una mirada sobre ella.

Sabía que Erik estaba sentado frente a ella, observándola en silencio, y no sabía si había estado así desde que ella se quedó dormida o si había hecho alguna otra cosa.

—¿Qué hora es? —le preguntó a Erik, incorporándose en la cama, intentando evitar su mirada.

Él se encogió de hombros.

—Supongo que casi está anocheciendo. 

Iris se sentó en la cama y se quitó la chaqueta. Al hacerlo, pudo ver el lugar donde su camiseta estaba rota y los papeles que había puesto con rapidez en ella, los cuales estaban empapados de sangre seca. Hizo una mueca con la boca y fue a despegarlos para poder ver cómo estaba la herida.

Cuando lo estaba haciendo sintió una mano sobre la de ella, y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Levantó la cabeza, haciendo que su cara quedase a centímetros de la de Erik, mientras él le miraba sin pestañear.

—Déjame a mí —le pidió él en un susurro e Iris asintió.

Se hizo a un lado y Erik se sentó junto a ella, posando ambas manos en el lugar donde Iris tenía la herida. Revisó en silencio la gasa improvisada que ella había hecho y luego volvió a mirar a Iris.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

—Tienes que quitarte la camiseta —Iris tragó saliva.

Pensó durante unos segundos en si hacerlo o no. No le daba vergüenza, no era la primera vez que se la quitaba delante de él. Sin embargo, ahora era distinto. Después de todo lo que habían pasado, del dolor que ella había sufrido, volver a sentir su piel tan en contacto con la de ella le parecía algo que no sería capaz de soportar.

Sin embargo, la herida le ardía así que debía dejar todas esas cosas a un lado y centrarse en aquello. Con cuidado, se sacó la camiseta y la dejó a un lado. 

Miró a Erik, quien volvió su vista hacia la herida. Con lentitud, despegó el papel del cuerpo de Iris y miró la herida.

—No tiene buena pinta, ¿eh? —intentó bromear ella.

Él se levantó un momento y fue hacia el baño. Al segundo volvió y dejó en la mesa una botella de alcohol, hilo y aguja. Iris tragó saliva, mientras sabía lo que iba a hacer.

—Pasa tu brazo por mis hombros. Necesito que la piel esté estirada —le pidió él y ella lo hizo.

Mientras pasaba su brazo, se permitió rozar el pelo de él con las yemas de los dedos y cerró los ojos. Tuvo que acercarse un poco más a él. Hacía tanto tiempo que no estaban tan cerca que ella no era capaz de controlar todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Y es que ahora, volviendo a tocar su piel, todo se intensificaba.

Él echó alcohol en la herida de Iris y ella gruñó por el escozor.

—Lo siento —le dijo Erik—. Lo que viene ahora te va a doler más.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now