c u a t r o

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Iris no durmió durante toda la noche, al igual que Erik. Se quedaron hasta tarde preparando algunas maletas con todo lo necesario y lo dejaron cerca por si acaso. No sabían qué podría pasar el día siguiente y realmente esperaban que no fuese nada. Que nadie hubiese visto a Erik y que pudiesen seguir con su vida como hasta ahora.

Sin embargo, los dos tenían un mal presentimiento. Así que se quedaron en la cama, ambos despiertos pero sin decir nada. Simplemente abrazados, entrelazados el uno con el otro, diciéndose con caricias que estarían juntos para siempre, pasase lo que pasase.

Cuando finalmente se hizo de día, se levantaron de la cama y se miraron, viendo la cara de preocupación que tenían. Y es que no podían evitarlo.

Iris no podía dejar de pensar en Erik y en lo que podrían hacerle. La idea que él había tenido seguía sin convencerle, pero sabía que era la única oportunidad que tenían para poder seguir viviendo como siempre.

Además, Iris sabía que él era capaz de defenderse sin ningún problema en caso de que lo atacasen y que posiblemente podría acabar con todos si así se lo proponía, pero tenía miedo por él.

Había cambiado tanto que imaginárselo matando a alguien ahora parecía una locura.

Finalmente Erik fue a despertar a Krysta mientras Iris iba a preparar el desayuno. En ese momento, se encontraba tan nerviosa que el simple olor de la comida le hacía que tuviese ganas de vomitar. Sin embargo, durante todo el tiempo que estuvo en la cocina sola no dejó de repetirse una y otra vez que no pasaría nada, que todo saldría bien. Aun así, cada vez que lo decía, más nerviosa se encontraba.

Al rato, Iris vio mientras ponía los platos en la mesa como Erik bajaba junto a Krysta, la cual se encontraba subida en sus hombros. Ella gritaba y en cuanto vio a su madre observándolos, gritó:

—¡Mamá, sálvame! —pidió—. Me ha capturado un monstruo.

Iris rió y Erik negó con la cabeza.

—¡Nunca podrás escapar! —dijo él, poniendo voz grave intentando imitar la de un monstruo—. Te quedarás aquí para siempre.

—¡No! —repitió Krysta—. ¡Ayúdame!

—¡Ahí voy! —le dijo Iris y se acercó a ambos con una cuchara en la mano.

Hizo como si luchase con Erik y tras varios segundos así, posó la cuchara en el estómago de él, haciendo que se quejase como si de verdad le doliese.

—No —se quejó Erik—, me has vencido.

Krysta rió emocionada y se echó hacia delante para que Iris pudiese cogerla. Ella lo hizo y ambas vieron entre risas como Erik se llevaba la mano al pecho y se ponía de rodillas, hasta que finalmente cayó al suelo y cerró los ojos.

—Hemos ganado —le susurró Iris a Krysta.

Luego la dejó en el suelo y ella se acercó con lentitud a su padre. Él seguía sin moverse, así que ella se agachó hasta que pudo mirarle con claridad.

Entonces Erik abrió los ojos y cogió a Krysta entre sus brazos, asustándola. Luego la estrujó entre sus brazos mientras ella se quejaba y se revolvía intentando escaparse.

Al final, él la dejó libre y ella se levantó, yendo hacia donde estaba Iris y abrazándola por las piernas. Iris le acarició el pelo y sonrió.

—El desayuno ya está listo —le avisó a Krysta—. Ve a comerlo antes de que se enfríe —ella asintió y corrió hacia la cocina.

Iris observó cómo Erik se levantaba del suelo y se acercaba a ella, cogiéndola de la cintura y acercándola a él.

—¿Estás bien? —le preguntó y ella asintió.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now