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—¿Puedes volar? —preguntó Iris sorprendida.

Ángel asintió, mientras batía sus alas. Cuando Iris la vio al llegar, lo único raro en ella era que tenía un gran tatuaje en su espalda en forma de alas. Se preguntó en silencio qué era lo que ella podría hacer, ya que los únicos mutantes que hasta ahora conocía eran Erik, Charles, Raven y Hank.

Finalmente, cuando varios mutantes más llegaron, Ángel decidió enseñar su mutación. Resultaba que ese tatuaje en su espalda eras unas alas de verdad, que ella replegaba y con las que, al parecer, podía volar.

Ángel se elevó del suelo e Iris abrió los ojos con sorpresa.

—Eso no es todo —dijo y giró hacia la derecha, cogiendo aire y luego escupiendo algo.

Iris tardó en darse cuenta de que era una bola de fuego, la cual cayó en la madera que había en la chimenea que tenían, haciendo que se encendiese.

—Vaya... —exclamó sorprendida Iris y rió.

Ángel hizo una reverencia y descendió de nuevo al suelo, sentándose en el sofá.

—¿Y qué hay de ti, Darwin? —le preguntó Ángel.

Darwin era un chico que había llegado hacía solo unos días. Justo después de encontrar a Ángel. Se había adaptado rápidamente a todos nosotros y era muy abierto. Iris le había cogido un especial cariño al chico.

Él sonrió y se levantó del sofá.

—Por aquí, señoritas —dijo de broma e Iris se levantó para seguirlo, seguida de Raven y Ángel.

Darwin se acercó a la chimenea que había en aquella sala y las miró a todas antes de posar su mirada en el fuego. Sin pensárselo mucho más, metió su brazo entero en el fuego. Iris jadeó cuando vio que su piel pasaba de ser normal a estar recubierta por una especie de roca.

—Me adapto a cualquier cosa —explicó Darwin y sacó el brazo, haciendo que volviese a la normalidad.

—¿Y tú, Alex? —le preguntó Raven a Alex Summers.

Charles, que también estaba en aquella sala al igual que Erik se acercó a nosotros y posó su mano en el hombro de Alex.

—Es mejor que yo no haga ninguna demostración —dijo él—. No quiero poneros en peligro.

Iris miró confundida a Charles y él asintió.

—Alex tiene un poder extraordinario —dijo Charles consolándolo y Alex sonrió levemente.

Sean, un chico que había llegado hacía solo un día, se levantó y quiso enseñar lo que podía hacer. Les pidió a todos que se tapasen los oídos y lo hicieron confundidos. Se preparó durante unos segundos, mientras cogía aire lentamente. Luego dejó que saliese, creando un fuerte y agudo sonido que obligó a todos a taparse los oídos con más fuerza. Los vasos de cristal se resquebrajaron y luego se rompieron. Todos miraron sorprendidos lo que podía Sean acababa de hacer.

Raven aprovechó ese momento para enseñar lo que podía hacer también. Desde que la conocía, Iris no había visto la mutación de Raven, así que se puso a pensar en qué podría ser lo que ella hacía. Quizás podría lanzar fuego, o crear hielo o incluso correr muy rápido.

Sin embargo, por su piel pasaron unas escamas azules que fueron cambiando la piel de Raven hasta que dejó de ser Raven y se convirtió en Charles. Iris miró con los ojos muy abiertos cómo el verdadero Charles sonreía y cómo el Charles de Raven lo imitaba.

Volvió a ser Raven otra vez y todos aplaudieron mientras reían.

Varios días después de que todos llegasen, se llevaban genial. Como si fuesen una familia. Iris a veces iba con ellos y observaba cómo jugaban con sus mutaciones y se divertían y no podía evitar hacerlo ella también. Por un momento, se imaginó sin todo eso. Dejar todo lo que estaban construyendo allí para irse a trabajar a un bar y tener una vida normal le parecía una idea estúpida. Realmente, se alegraba de no haberse ido.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now