n u e v e

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Aquella noche tocaron a la puerta de su habitación. 

Aquel sonido no despertó en principio a Iris, pero cuando volvieron a insistir, ella despertó y se removió en la cama. Recordaba que cuando se había quedado dormida era de día, pero ahora la noche parecía tan negra que ella por un momento creyó que seguía soñando.

Se levantó de la cama y fue hacia la puerta, aunque al hacerlo se paró en un espejo que había allí.

Observó su aspecto, mucho mejor que el que tenía cuando llegó horas antes a aquel hotel. Aun así, se encontró con los ojos rojos e hinchados. Desganada, supuso que varias lágrimas habrían caído mientras dormía. Mientras soñaba que tenía a Krysta entre sus brazos y que ella reía y reí sin parar, con Erik de pie observándolas con una sonrisa.

Al recordar aquel agradable pero desgarrador sueño, no pudo evitar sentir que el corazón se le encogía.

Con una mueca de dolor, llegó hasta la puerta y la abrió encontrando a una mujer que llevaba un carrito entre sus manos.

—La cena que había pedido —le dijo e Iris asintió. Ya ni siquiera se acordaba que lo había pedido, así que supuso que no había dormido durante demasiado tiempo. Dejó que entrase a su habitación y que dejase las cosas en una mesa. Cuando acabó, miró a Iris y se acercó a la puerta—. ¿Necesita algo más?

Aquella mujer parecía preocupada ante el aspecto de Iris. Obviamente, no parecía feliz y el semblante de ella todavía estaba algo sombreado. Así que Iris lo pensó durante unos segundos.

—¿Podría traerme un botiquín?

La mujer la examinó con detenimiento durante unos segundos. Iris tenía el pelo recogido en una coleta, aunque de ésta salían más pelos de los que estaban recogidos. Tenía la ropa sucia y, tras la chaqueta que llegaba, se conseguía ver un trozo de tela de la camiseta manchada de un color rojizo, al cual la mujer no quiso darle demasiadas vueltas.

Realmente, Iris necesitaba ayuda y aquella mujer, con una expresión de reconfortante, simplemente pudo asentir y alejarse de allí para hacer lo que Iris le había pedido.

Ella cerró la puerta y fue hacia donde la mujer le había dejado la comida. Comía con lentitud, mientras veía las noticias. No dejaban de hablar de Erik y de dónde podría estar. Pero ya no la mencionaban a ella ni a Krysta. Solo algunas veces, pero de forma esporádica. Para ellos, el mayor peligro era él.

Para todo el mundo, ella estaba muerta. Por lo que tenía la ventaja de que nadie la buscaba. Era por eso que tenía la esperanza de que salir de Polonia le resultase más fácil de lo que esperaba, aunque realmente lo dudaba. Si alguien conseguía reconocerla, estaría metida en un buen lío.

Cuando llegó otra vez la mujer, ella ya se había acabado la sopa. Se sintió con más fuerzas y fue a abrir la puerta, donde la mujer le entregó el botiquín y algo de ropa nueva. Iris, al ver aquel pequeño gesto que la mujer había intentado tener con ella, no pudo evitar que algo en su interior se removiese y sus ojos se aguasen.

—Gracias —consiguió decir en un hilo de voz y la mujer sonrió.

Luego cerró la puerta antes de que aquella agradable mujer intentase averiguar lo que le había pasado. Tenía que salir de allí cuanto antes.

Se dirigió hacia el cuarto de baño y se quitó la camiseta. Vio que tenía el pecho lleno de sangre seca, así que lo primero que hizo fue ducharse. Mientras estaba allí, observó su vientre un poco abultado y pasó la mano por él varias veces. Ahora mismo, ese bebé era lo único que le quedaba. Lo único que le mantenía con fuerzas.

Cuando acabó, se puso la ropa interior y el pantalón. No se puso la camiseta ya que tenía que curar su herida, la cual estaba sanando sola pero lentamente. Por un momento se preguntó por qué había sobrevivido. La herida en Krysta había sido directa al corazón, pero la de Iris no. Aunque había estado muy cerca.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now