u n o

8.9K 859 445
                                    

Iris despertó cuando escuchó un ruido. Se frotó los ojos y dio un pequeño gemido, sintiendo que la cabeza le dolía. Se movió en la cama hasta estar boca arriba y finalmente abrió los ojos, sin saber dónde se encontraba.

Miró a su alrededor mientras pestañeaba varias veces para dejar de ver borroso. Cuando su vista se volvió nítida, giró la cabeza hacia la izquierda y se encontró a un hombre moreno de espaldas a ella, desnudo, poniéndose los pantalones. Abrió los ojos con sorpresa, reincorporándose en la cama y tapándose con la manta para que él no pudiese ver su cuerpo, aunque estaba segura de que ya lo había hecho.

Él se giró al oírla y la miró con el ceño fruncido, como si esperase que dijese algo.

—¿Quién eres? —fue lo único que consiguió preguntarle ella.

—Y yo creía que el que estaba desorientado era yo —murmuró él.

Iris maldijo, sin entender a lo que se refería, y se levantó, vistiéndose rápidamente sin querer girarse para mirarle. Se sentía avergonzada. Aquello no era típico de ella, nunca había hecho algo así. Y ahora se sentía tan mal consigo misma y al la vez tan desorientada. ¿Qué había pasado la noche anterior? ¿Por qué no era capaz de recordar nada? Aunque en cierto modo lo sabía. Desde hacía varios años había estado reprimiendo todos sus recuerdos y sentimientos para que no la dañasen. Era la única manera que había encontrado para no sufrir tanto como lo había hecho al principio.

Mientras tanto, el moreno la miraba sin decir una palabra. Ella giró un momento la cabeza hacia él mientras se ponía la camiseta y quiso decir algo, pero no sabía el qué. Él parecía tan o incluso más desorientado que ella, y no paraba de mirar las cosas que habían a su alrededor, como si fuesen extrañas para él.

Justo cuando Iris había acabado de vestirse, la puerta se abrió de par en par y tres hombres más entraron.

De momento ella dio varios pasos hacia atrás, alejándose del peligro, y ellos ni siquiera repararon en que Iris estaba allí.

—Se suponía que tenías que cuidar a la hija del jefe —le dijo uno de ellos al hombre moreno que había aparecido con ella esa mañana—. ¿Dónde demonios está ella?

—Oye, yo no sé de quién me estáis hablando —se defendió él—. Llegué aquí hace solo veinte segundos —Iris frunció el ceño.

¿Con qué clase de loco se había acostado?

—¿Dónde mierda has metido a la hija del jefe? —le preguntó otro de ellos.

—¿Me creeríais si os dijese que me han enviado del futuro?

Iris jadeó. Por un momento llegó a pensar que todo lo que estaba pasando no era real y que todavía estaba soñando. Y es que todo aquello parecía irreal. Se había despertado en la cama con un tío que no conocía, habían aparecido otros que no había visto en su vida y que no parecían demasiado amigables, y ahora él decía que venía del futuro. ¿Podía ser todo aquello todavía más loco?

Uno de ellos se rió y dio un paso adelante.

—Vamos a cargarnos a este payaso —les dijo a los demás.

El moreno rió también.

—No, no vais a hacer nada de eso. Vais a darme dinero para la gasolina y las llaves del coche si no queréis ir al hospital. Créeme, te lo digo por experiencia.

El otro volvió a reír.

—Sí, ya, porque vienes del futuro —se mofó.

—No, porque tengo estas —le dijo y levantó ambas manos, cerrándolas en un puño.

Destruction ◇ Erik LehnsherrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora