c i n c o

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Iris dejó a Krysta en el colegio, dándole un largo beso en la frente antes de que se fuese. No quería que se alejase de ella. Quería quedarse a su lado el resto del día, mientras esperaba a que Erik llegase y le dijese lo que pasaba. Pero sabía que debía hacerlo. Tenía que actuar como si nada estuviese pasando, sobretodo por su hija. Iris no quería que Krysta se enterase de lo que estaba pasando. Tenía que ocultárselo hasta el último momento y luego, si todo salía mal, se inventarían algo para explicarle a Krysta por qué se iban del país.

Cuanto menos supiese, más a salvo estaría.

Así que la dejó ir y la observó correr hacia la escuela hasta que estuvo tan lejos que ya no podía verla.

Luego cogió un taxi y fue hacia su trabajo, sabiendo que no sería capaz de concentrarse durante todo el día. No dejaba de pensar en Erik y en lo que estaría pasando. No podía hacer otra cosa que esperar a llegar a casa y entonces conocer lo que pasaría con su futuro. Solo esperaba que todo acabase bien. Que nadie le hubiese visto o, si lo habían hecho, que al menos no reaccionasen mal. Que comprendiesen que ahora Erik era otra persona, alguien a quien no tenían que temer.

Cuando llegó, Iris fue hacia su mesa y se obligó a centrarse en su trabajo y dejar de pensar en todo aquello. Eso solo le haría ponerse más nerviosa y no ayudaría en nada. Ni a ella ni a Erik.

Al verla, Basia dejó lo que estaba haciendo y fue hacia Iris, sentándose en su mesa como siempre solía hacer.

—¿Sentiste el terremoto de ayer? —le preguntó e Iris rodó los ojos.

—Claro que lo sentí. Creo que todo el mundo lo hizo.

 —Lo sé, pero este fue demasiado fuerte —puntualizó Basia—. Nunca habíamos presenciado uno así. Ya sabes que en Polonia suele haber terremotos, pero no de ese calibre. Mi marido y yo estamos asustados por si se trata de algo importante.

—¿Algo como qué? —quiso saber Iris, pero ella negó con la cabeza.

—No lo sé, no tengo ni idea, pero tengo la sensación de que no es nada bueno. Hay un montón de lugares que han sido destruidos por terremotos... —Iris posó su mano sobre la de Basia para tranquilizarla.

—Si se tratase de algo importante ya nos lo habrían dicho para ponernos en alerta, ¿no crees? —ella asintió—. Entonces no hay nada de qué preocuparse.

Basia sonrió y luego se acercó un poco más a Iris, como si fuese a decirle algo que no quería que nadie más oyese.

—Por cierto, ¿qué era eso que tenías que hacer ayer? —le preguntó. Iris se tomó unos segundos antes de hablar.

—Es algo que por ahora quiero mantener en secreto, así que sé discreta, por favor —Basia asintió—. Estoy embarazada.

Basia abrió los ojos con sorpresa y se llevó las manos a la boca, intentando sofocar el gritito que inconscientemente había expulsado. Sin embargo, fue capaz de escucharse en toda la sala, así que los trabajadores se giraron a mirarla. Al ver que no se trataba de nada, todos volvieron a lo que estaban haciendo.

—Eso es increíble, Irina —dijo—. No me lo puedo creer. ¡Es genial!

—Baja la voz, por favor —le pidió, mirando hacia todos lados.

—Henryk debe estar muy contento, ¿verdad? —Iris sonrió, aunque a su sonrisa le acompañó un suspiro al recordar la situación por la que estaban pasando en ese momento.

—Lo está —contestó—. Está muy contento. Ya incluso ha pensado un nombre.

—¿Ah sí? ¿Y cuál es? —Iris negó con la cabeza.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now