n u e v e

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No sabía cómo lo habían hecho, pero los mutantes habían conseguido ordenar la habitación en la que estaban y la habían dejado como antes de que la destrozaran completamente.

Se sentían mal por lo que habían hecho y le pidieron perdón a Iris, aunque ella dijo que no tenían por qué hacerlo. Finalmente todos volvieron a como eran antes y Alex y Darwin se fueron juntos a jugar a las máquinas de videojuegos que habían en la sala.

Iris se quedó sentada con los demás en los sillones, mientras estos hablaban. Aunque ella no les estaba prestando atención. No dejaba de pensar en Charles, Erik y Moira y en lo que encontrarían allí. Iris estaba segura de que no sería a Sebastian.

Y no podía evitar tener un mal presentimiento. Era una sensación que la incomodaba y que no se iba de su cuerpo. Y por más que intentaba olvidarla, no dejaba de pensar que estaba a punto de pasar algo.

Levantó la cabeza cuando alguien tocó el cristal que daba hacia el exterior. Aparecieron dos agentes de la CIA que miraron a todos los de la habitación.

—No sabía que había llegado el circo a la ciudad —dijo uno de ellos—. Venga, cielo, haz un poquito eso que haces —hizo un gesto con sus manos de alas y Ángel rodó los ojos—. A ver tus pies —le dijo a Hank e Iris se levantó del sofá.

—Iros a la mierda —les dijo y cerró la cortina para que no pudiesen verlos más. Volvió a sentarse con los demás en el sofá. Vio la expresión de Ángel y suspiró—. Son estupideces de tíos —le dijo y Ángel la miró.

—Esas estupideces las aguanto —respondió—. Las he aguantado toda mi vida. Pero prefiero que me miren muchos desnudándome a que me mire uno como me ha mirado él.

—Nos mira —añadió Raven.

Iris vio cómo Hank bajaba la mirada y se sintió terriblemente mal por ellos. No tenía ni idea de lo que significaba ser un mutante, alguien a quien otras personas tuviesen miedo o que se riesen porque fuesen distintos. Pero estaba segura de que no debía sentirse demasiado bien. Quizás esa era la razón por la que todos parecían más felices ahora que habían encontrado a otros como ellos. Se sentían parte de algo y no apartados como podrían haber estado durante toda su vida.

Iris posó su mano encima de la de Hank y le sonrió. Luego pasó la mirada a todos los que habían allí.

—No dejéis nunca que otros definan lo que sois —les dijo—. Sois lo que vosotros mismos queráis ser y debéis aceptaros. Habéis nacido con algo que os hace diferente, pero no peores. Sois capaces de hacer cosas increíbles que dejarían a toda la población con la boca abierta. Sois mutantes, y sé que llegaréis a hacer algo muy grande.

Todos volvieron a lo que estaban haciendo antes de que los agentes les interrumpiesen. Iris dio un sorbo de su refresco mientras reía de lo que Raven decía. Por unos minutos, había conseguido olvidarse de lo que estaban haciendo Erik y Charles. No dejaba de sentir ese presentimiento en su interior, sin embargo, se había obligado a hacerlo a un lado.

Justo cuando Iris dejó su vaso en la mesa se oyó un fuerte ruido. Todos se miraron sin saber qué era lo que estaba pasando.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Darwin—. Algo no va bien.

Se acercó al cristal y corrió la cortina, mientras todos se acercaban para mirar. Fuera parecía no haber nada y todos estaban ahora más confusos que antes.

Quizás simplemente estaban exagerando y no había pasado nada importante. Pero Iris estaba segura de que el sonido que habían oído era real y no parecía traer nada bueno.

Les pidió a los demás que volviesen a lo que estaban haciendo antes, mientras aún alerta de lo que pudiese pasar andaba lentamente hasta el interruptor de la cortina. Justo cuando había llegado y estaba dando un último vistazo hacia afuera, logró ver algo. Arriba, en el cielo, pudieron ver casi a la perfección cómo un hombre de piel roja sostenía entre sus manos al hombre de negro. Iris jadeó al verlo, lo que hizo que los mutantes no dudasen ni dos segundos en ir hacia donde ella estaba para poder ver lo que estaba pasando.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now