Prólogo

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Prólogo. Infierno personal

Ashley Greythorne



—¿Quién fue primero? ¿el huevo o la gallina?

—Primero el gallo folló a la gallina para que se hiciera el huevo—respondo distraídamente recargando mi espalda contra la pared trasera del ascensor mientras observo el mensaje de Astrid que no he respondido desde hace dos días. Y tampoco tengo planes de responderlo ahora.

Cuando al crecer me di cuenta que estaba casi irremediablemente unida a una gemela pensé que tal vez sería divertido, y lo fue hasta cierto tiempo. Sin embargo, no fue difícil darme cuenta de que no teníamos las mismas prioridades y emociones hacia la otra o tal vez fue solo el hecho de que Astrid sacó la vena casi inexpresiva de nuestra familia.

Mientras que para ella fue fácil adaptarse a vivir sola en Holanda desde hace casi un año, yo todavía sigo asimilando el hecho de que hubiera elegido a Melody—la chica que le gustaba— por encima de mí.

Me siento observada y ruedo mis ojos, pero continúo fingiendo que hay algo interesante en mi celular porque sé que lo he hecho otra vez, ser malhablada, quiero decir. Mi hermano suele recordarme que debería evitar esto en público, sin embargo, no creo que pueda a estas alturas; así que cuando las puertas del ascensor se abren y todas las personas—a excepción de mi mejor amigo acompañándome— abandonan la caja metálica muerdo mi labio inferior exasperada.

—Las gallinas no follan, Barbie—Se ríe Aaron, me encojo de hombros cuando las puertas vuelven a cerrarse y continuamos subiendo hacia el piso de nuestro destino, lo miro de reojo guardando mi celular dentro del borde superior de mis jeans.

—Lo que sea que hagan

—Es raro—comenta

—¿Qué no follen? Lo sé.

—Tu tampoco lo haces, pero hablo de cómo la gente se escandaliza contigo—Ignoro sus primeras palabras rodando mis ojos.

—No sé qué tiene de malo que yo diga lo que ellos suelen hacer cada vez que sienten picazón—Aaron ríe entre dientes y yo pellizco el dorso de su mano cuando la deja colgar sobre mi hombro porque su brazo rodea mi cuello atrayéndome hacia su costado—, Pero tampoco te hagas el santo, sé muy bien que harías lo mismo si no me conocieras, cocodrilo.

—¿Ahora por qué soy cocodrilo? —Me encojo de hombros sin responder cuando las puertas se abren nuevamente y como siempre el silencio en G&D nos recibe.

G&D es el bufete de uno de mis hermanos y sus socios, inaugurado hace unos meses luego de que él estuviera trabajando un par de años en el de nuestro padre quien siempre dice que los Greythorne nacimos para ser independientes. No voy a negar eso porque viendo a mi hermano abrir su propio bufete y mi gemela haberse adaptado tan bien a vivir sola en Holanda es bastante obvio que él tiene razón.

Nos acercamos a la recepcionista, ese tramo en la entrada es nuevo, no solía haber nadie en este lugar hasta hace pocos días, la chica sonríe amistosamente en cuanto nos ve.

—Buenos días ¿en qué puedo ayudarles?

—Ashley Greythorne, vengo a ver a mi hermano—respondo y ella asiente sin ninguna pregunta al respecto, sé que probablemente mi hermano ya le ha dicho que vengo con frecuencia, ella señala el pasillo.

—Supongo que no necesitan que los acompañe allí—Hago un sonido negando y Aaron le sonríe antes de que tomemos el pasillo entre los cubículos de oficinas.

El placer de odiarnos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora