Capítulo 18.

94K 5.2K 1.6K
                                    


Capítulo 18. Amanecer

Ashley Greythorne 

29 de agosto 2021

—La de chocolate es mía—decimos Astrid y yo al unísono, entrecierro mis ojos hacia ella y luego ambas miramos a papá alzando las cejas quien nos observa intercaladamente.

—No voy a decidir —replica bajando la vista a su propia dona en su plato, ha elegido la que no tiene glaseado, de todas formas, sabemos que no va a tomar otra así que tenemos cinco donas para repartirlas entre Astrid y yo.

—Ardilla envidiosa—siseo tomando la glaseada de fresa y ella toma la glaseada de vainilla, entrecierro los ojos hacia ella.

—Mala copia estúpida—masculla, pero no toma la de chocolate.

—Ya que no van a tomarla, se la llevaré a Tatiana—murmura papá al tiempo que muerde la suya, baja la vista a su celular ignorándonos.

Mamá está en el centro comercial comprando cosas que —según ella—Astrid necesita llevarse, mientras la esperamos hemos optado por venir a la cafetería del lugar. Jeremiah y Sasha se fueron a Bali hace unas horas, honestamente es extraño. Quiero decir, estuvieron casi dos años viajando de un lado a otro, probablemente esto son solo vacaciones otra vez, pero ahora con anillo y papeleo.

—¿Dónde está mamá? Ya necesito que te vayas—mascullo mirando alrededor.

—No me voy hasta dentro de dos horas, vete a la mierda, Ashley—resopla rodando sus ojos.

—Astrid—advierte papá y ella lo mira frunciendo sus labios.

—Me está echando, papi.

—Igual tienes que irte—Papá se encoge de hombros como si fuera obvio y ella cruza los brazos sobre su pecho en un ridículo berrinche que me hace resoplar.

—Pero cuando sea mi hora, no cuando ella quiera—Papá suspira exasperado.

Me pregunto cómo sostenía su paciencia cuando éramos niñas, sobre todo porque entre mis hermanos y nosotras hay solo cinco y siete años de diferencia. Seguramente mamá fue quien más lidió con nosotros mientras papá trabajaba, pero de todas formas estoy segura de que fue exasperante.

—Eres una bebé ardilla, ridícula. Ojalá ya pasen las dos horas.

—Ashley por Dios.

—No es una mentira, papi—Me encojo de hombros con un resoplido terminando mi dona, limpio mis manos en una servilleta y atrapo otra dona, papá ya dijo que la de chocolate es de mamá así que elijo otra, pero solo la aparto en el lado vacío de la caja antes de ponerme de pie—. Ya regreso.

—Nos iremos, ojalá te lleven a una casa hogar—replica Astrid con la vista en su iPad.

—No seas ridícula, soy mayor de edad, estúpida—Palmeo su frente alejándome antes de que pueda manotearme y papá me da una mirada de advertencia.

—Ashley, por amor a Dios.

—¿Vas a negar que eso fue una respuesta estúpida, papi? Tengo más de veintiuno ya—Él sacude la cabeza como si ninguna de nosotras tuviera remedio y yo presiono un beso en mi palma antes de soplarla fingiendo arrojárselo e irme al baño del lugar.

Apoyando mis palmas sobre el mármol que sostiene el lavamanos clavo mis ojos en mi reflejo que aparece en el largo espejo cubriendo la pared. Mi cabello son dos trenzas flojas y malhechas, mi piel luce algo reseca por el frio que ha estado haciendo en Keaton city y mi nariz sonrojada, sin embargo, eso no llama mi atención tanto como mis ojos pareciendo brillar, como cuando me rio.

El placer de odiarnos ✓Onde histórias criam vida. Descubra agora