Fairytale (usuk)

By Epifania-chan

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"¿Sabes por qué no crees que en la magia? Es porque hubo un tiempo podías verla y sentirla cerca de ti. Pero... More

Nota
Capítulo 1: La invitación
Capítulo 2: Nuevos amigos
Capítulo 3: El reino de los seres mágicos
Capítulo 4: Soledad
Capítulo 5: Fuego
Capítulo 6: Fantasma
Capítulo 7: Invisible
Capítulo 8: Dulces
Capítulo 9: Miedo
Capítulo 10: Adiós
Capítulo 11: Salto en el tiempo
Capítulo 12: Ilusión
Capítulo 13: Realidad 1/2
Capítulo 14: Realidad 2/2
Capítulo 15: Un paso más cerca de la magia
Capítulo 16: Amigo imaginario 1/2
Capítulo 17: Amigo imaginario 2/2
Capítulo 18: Alas rotas
Capítulo 19: El psicólogo
Capítulo 20: Lastima
Capítulo 21: Convivencia
Capítulo 22: Sinceridad
Capítulo 23: Problemas
Capítulo 24: Recuerdos
Capítulo 25: Una gran cruzada
Capítulo 26: Sonrisa
Capítulo 27: Reencuentro
Capítulo 28: Dos cosas sobre las despedidas
Capítulo 29: La librería
Capítulo 30: Una hermosa vista
Capítulo 31: Paz
Capítulo 32: Despedida
Capítulo 33: Cartas
Capítulo 34: Locura
Capítulo 35: Perdido en la oscuridad
Capítulo 36: La noche en la que las estrellas bajan a la tierra
Capítulo 37: ¿Quien eres?
.
Capítulo 38: Perdón
Capítulo 39: Ultima oportunidad
Capítulo 40: Encuentro
Capítulo 41: Al final del camino. Parte I
Capítulo 43: El juicio de Astreo
Capítulo 44: Un vistazo a la verdad
Capítulo 45: El deseo de una estrella fugaz
Capítulo 46: Un comienzo disfrazado de desenlace

Capítulo 42: Al final de camino. Parte II

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By Epifania-chan

Uno tras otro, los días pasaban tranquila y monótonamente. Más allá de sus hermanos, no entabló relaciones con muchas estrellas, tal vez, de vez en cuando iniciaba conversación con alguien, para luego olvidar completamente su nombre y su rostro.

La ventaja del reino estelar, es que todos allí eran iguales, y si quería, tranquilamente podía ir al palacio de un rey y hablar con él como si fuese un amigo de toda la vida; por no mencionar el hecho de que aquellos que tuvieron grandes vidas definitivamente buscarían cualquier excusa para hablar de ella, y este curioso y educado joven recién llegado, tan inexperto sobre el mundo y tan interesado en ponerse al día con la historia transcurrida en varios siglos, realmente era un regalo.

Arthur disfrutaba mucho de conversar con un hombre llamado Windsor o Winston, no estaba seguro, quien había sido primer ministro, el viejo tenía tantas historias interesantes como vocabulario refinado, el cual hacía que escucharlo no sea muy diferente de estar en un libro y sumergirse uno mismo en la acción.

También había una noble reina Victoria que lo invitaba a comer trifles para contarle sobre su reinado. Arthur había descubierto que en su condición de estrella, realmente no necesitaba comer, pero aun así no podía rechazar los trifles, y menos aún el hecho de hablar con una reina, ¿Cuántos más tenían ese privilegio?

Sin darse cuenta, se había convertido en una especie de historiador amateur, que realizaba investigaciones en base a testimonios hablados.

Su segunda gran afición, era espiar el mundo humano desde el mágico balcón de su palacio, observando como aquellas pequeñas vidas eran vividas y como lidiaban con sus pequeños y mundanos problemas, albergando la secreta esperanza de encontrar a Alfred, muchas veces intentó atisbar aunque sea un simple espejismo del reino mágico, pero todos sus esfuerzos eran vanos, al fin y al cabo, las criaturas mágicas y las estrellas nunca habían tenido una buena relación, y, por ende, intentaban mantenerse lo más alejados posibles los unos de los otros. Mientras que las estrellas no sentían especial curiosidad por los seres feéricos, estos se mantenían ocultos de las estrellas, y así, ninguno molestaba al otro.

Sin embargo, por mucho que intentaba negarlo, extrañaba un poco, el problema es que realmente no sabía qué.

De vez en cuando solía pensar en Vlad y Lukas,  si bien el rencor se había disipado un poco, no sentía deseo alguno de verlos por el momento, y estaba seguro de que así se sentiría durante unos cuantos cientos de años. Sentía un poco de ternura al pensar en Minty y el resto, pero tampoco tenía esa urgente necesidad de saber de ellos, y Alfred era, por supuesto, un asunto a parte; extrañaba a sus amigos, bien, pero eso era algo que eventualmente se le pasaría, bien podría tardar milenios, pero pasaría, en cambio ese estúpido mocoso se había metido profundamente en su corazón, y no importaba qué, simplemente jamás podría ni querría sacarlo de ahí. El resto de heridas cicatrizaban, esa no, dolería siempre, y su única opción era sobrellevar ese dolor.

Con mucho pesar y culpa en su corazón, comenzaba a pensar en sus hermanos como casos perdidos; al fin y al cabo, no eran más que desconocidos, y por mucho que intentase simpatizar o conectar con ellos, realmente no podía hacerlo, casi siempre terminaban en un incómodo silencio del que cada vez era más complicado salir. En todo caso, le reconfortaba saber que esto no era solo por su parte; después de todo, los otros tres también se habían aferrado a la imagen de su hermano siendo un niño llorón y molesto, sin pensar que en tantos años esa persona podría cambiar, en consecuencia, el adulto ante ellos también resultaba un completo desconocido.

A veces solía pensar que cada paso que daba para acercarse a sus hermanos, era un paso dado hacia atrás, y que por ende, sería mejor simplemente detenerse antes que alejarse de manera irreversible.

Tal vez, —pensó tras un suspiro— lo que extrañaba era esa extraordinaria sensación de sorpresa que había sentido al ser invitado al reino feérico, o la mágica sensación de haber besado a Alfred en aquel mirador abandonado. Ni por asomo se sintió así al convertirse en una estrella; tal vez simplemente extrañaba ser un poco más ignorante y sorprenderse con facilidad, era un alma cansada.

Mientras pensaba en todo aquello, Patrick se acercó a él por la espalda, y no dudó en utilizar el factor sorpresa para fingir que iba a empujarlo del balcón, afortunadamente, Arthur reaccionó de manera rápida y le dobló el brazo.

— ¡Carajo! — Exclamó sorprendido ante la rápida reacción de su hermano. — ¿Qué estás mirando? — Preguntó al percatarse que inmediatamente su hermano devolvió su mirada al paisaje debajo de aquel balcón.

— Nada en particular —respondió este con la vista aún perdida en el mundo humano. — Simplemente estoy pasando el rato.

— Así que ¿Te divierte espiar a la gente?

— ¡No! —exclamó crispándose al instante. — ¡No es así!

— Si buscas a quien otorgar un deseo, te sugiero que seas cuidadoso.

Dijo su hermano apoyándose también el balcón y mirando hacia abajo.

— ¿Cuidadoso en qué?

— Bueno... no te dejes engatusar por palabras bonitas o intenciones a medias; por ejemplo: si alguien desea la libertad, o algo como "poder caminar nuevamente por su pueblo", puede que la razón por la cual no pueda hacerlo sea porque está encarcelado debido a un horrible crimen. O quien te pide una esposa... Fíjate si hay alguna razón por la cual esté solo y tan desesperado como para pedirle eso a una estrella... en general cosas así; en estos tiempos, quienes piden deseos a las estrellas son solo aquellos que están realmente desesperados.

— Vaya... que triste. — Respondió el británico sin ganas de pensar en mejores palabras que decir. — Supongo que tendré que ser más cuidadoso con eso.

Ambos permanecieron un largo rato en silencio sin mirarse entre ellos, no hacían otra cosa más que observar hacia abajo al mundo humano; y por alguna razón, esta vez no había tal cosa como tensión o incómodo silencio, simplemente estaban en paz.

— ¿Arthur? — Llamó Patrick tras observar unos instantes el solemne semblante de su hermano absorto en el reino mortal, como si buscara algo en este.

— Ahora qué —, Respondió de forma cortante, puesto que el silencio anterior le agradaba más, ya que sentía que cada vez era menos capaz de sostener una conversación con cualquiera de sus hermanos.

— ¿Sabes? Eres un terrible hermano menor...

Al oír estas palabras, el inglés quedó estupefacto, sin saber cómo responder, Patrick continuó.

— Siempre estás disperso, pensando en quién sabe qué, jamás prestas atención a nada y no eres sincero conmigo, ni con Dylan, ni con Scott, y lo peor de todo, es que pareces tomarnos por idiota, actuando como si nada, ¿Realmente crees que no lo notamos? Tú claramente deseas algo que no está aquí, y solo te quedas por compromiso. ¿Acaso eres estúpido o nos tomas a nosotros de estúpidos?

A medida que hablaba, el tono de su voz se elevaba inconscientemente y sus ojos se llenaban de lágrimas, el inmenso espacio estelar fue surcado por una luminosa estrella fugaz, pero ninguno de los dos prestó atención a ello. Antes de que Arthur fuese capaz de replicar algo en su favor, Patrick respiró con dificultad, para luego bajar la vista, sin atreverse a mirarlo, y gritar.

— Pero nosotros tres... somos ¡Somos peores hermanos que tú! ¡Mucho peores! P-porque no te cuidamos... no te cuidamos cuando eras un niño y tampoco lo hacemos ahora, los tres te hemos mentido. ¡Aun cuando cada día que pasaba te vimos asomarte por este balcón y mirar hacia abajo! Ninguno fue capaz de decirte la verdad... Te vimos sufrir y aun así Nadie. Dijo. Nada. ¿Y sabes que es lo peor de todo? Que duele, mentir duele como no te imaginas... por eso todo este tiempo esperé a que te dieses cuenta, para no tener que seguir mintiendo. ¡Pero estás tan jodidamente ensimismado en ti mismo que no eres capaz de ver nada, inútil!

Apenas esas palabras fueron dichas, una fuerte cachetada aterrizó en el rostro de Arthur, con tal vigor que lo tumbó de bruces al suelo. Su hermano respiraba sonoramente por la nariz al tiempo que apretaba los dedos y observaba su mano enrojecida tras el golpe, como si bien estuviera decepcionado, no le sorprendiera en lo más mínimo su propio arranque emocional, claramente hace tiempo había asumido que algo así pasaría tarde o temprano.

Arthur, por el contrario, se encontraba tan sorprendido como jovial ¡Esto era lo que recordaba! Se sentía tan fuera de lugar con aquellos tres jóvenes tan amables que se preocupaban tanto por él, incluso la culpa lo atormentaba al desmerecer aquel sentimiento fraternal, pero ahora veía que no era culpa de su pequeña y egoísta mente infantil, sino que esos idiotas realmente actuaban como idiotas de vez en cuando, como ahora.

— Hay algo que tienes que saber... sígueme— ordenó Patrick con la cabeza baja, sin atreverse a mirarlo a los ojos. No esperó respuesta alguna, solo volteó y se fue caminando; dejando únicamente en Arthur el labor de decidir si obedecer o no.

— ¡Oye, espérame! — Gritó avanzando a los tropezones tras varios segundos de duda, comprobando que Patrick no estaba dispuesto a esperarlo.

La puerta del imponente palacio se cerró detrás de él. Arthur aún no se acostumbraba del todo a caminar en lo que se supone que sea esa cosa invisible bajo sus pies; siempre miraba hacia abajo, centrándose en el inmenso cosmos, y temeroso de caer en este; no obstante, esta vez iba tan apurado siguiendo a su hermano, que incluso se atrevió a correr sin siquiera mirar hacia abajo.

Patrick era escurridizo, de no ser porque Arthur sólo conocía tres personas con esa excepcional y oportunamente vistosa cabellera roja, y que dos de ellas no se encontrasen presentes, entonces jamás podría haberlo encontrado.

— ¡Dije que me esperes carajo! — Gritó evidenciando el poco aliento que le  quedaba, en reflejo también de su paciencia.

— ¡Apúrate, basura! — Exclamó con sorna la voz de la persona que iba frente a él, sin disminuir su velocidad ni siquiera un céntimo.

Aquello bien podía ser llamado avanzar a ciegas; Arthur no era consciente de hacia dónde se dirigía, siquiera avistaba más que borrosos manchones en lo que debían ser edificios, simplemente corría siguiendo a Patrick, no era consciente de otra cosa, hasta que lejanas risas comenzaron a llenar el aire.

Arthur se detuvo en seco al reconocer una voz familiar.

— Él es mi hermano, es un poco tímido, ¡Pero es un tipo genial! Quería presentarlos a ustedes antes que a nadie.

Arthur sintió su corazón detenerse dentro de su pecho; se detuvo en seco, creyéndose víctima de alguna alucinación auditiva, luego de unos segundos miró a todos lados conmocionado buscando la silueta, o cabellera, de Patrick en la distancia, más no vio nada. Sin embargo siguió oyendo, y decidió seguir aquellas voces.

Lo que en un principio se trataba de suaves y lentos pasos cargados de duda, gradualmente se fue transformando en una carrera desesperada. Aquellas risas resonaban tan férreamente en su cabeza como si se tratasen de golpes.

No era consciente de que diminutas y cristalinas lágrimas recorrían lentamente sus mejillas. Su corazón se había acelerado a tal punto que de no ser porque ya estaba muerto, creería que estaba a punto de morir.

Su mente antes fatigada ahora se llenaba de miles de pensamientos tan esperanzadores como alarmantes, tantos que lo aturdían sin poder concentrarse en nada, en este momento, toda su persona era simple y llanamente un caos, no podía hacer más que seguir corriendo.

Finalmente llegó, y vio a cuatro personas allí.

Tres eran sus hermanos, la cuarta era Alfred. 




(N/A): De hecho, Matthew también se encontraba presente, pero... ustedes entienden. 

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